Desde que la plataforma HBO estrenara en mayo el documental «Chernobyl» los viajes a este lugar se han duplicado. Se prevé que unas 100.000 personas visiten Chernóbil este año, el doble que en 2017. Entra así en la lista de destinos del conocido como «turismo oscuro». El ejemplo más representativo son los campos de concentración, pero los destinos que podrían incluirse en esta particular forma de turismo son muy heterogéneos.
Hay quienes consideran que el tanoturismo es una frivolidad. Esta forma de viajar abre el debate de si la sociedad actual convierte el sufrimiento humano en espectáculo y banaliza la tragedia. Sandra Balsells, fotoperiodista que cubrió el proceso de desintegración de la antigua Yugoslavia, cree que el turismo en zonas de conflicto es «un tema complicado de tratar». «Desde mi punto de vista, es muy interesante pisar el terreno para conocer y contactar con la realidad. No se trata de hacer espectáculo es importante conocer el sufrimiento humano y empatizar con él», asegura.
Son muchos los que se oponen a estas visitas y las consideran innecesarias. Carlos Pere López, secretario de la Asociación Española de Profesionales de Turismo (AEPT), advierte: «La gente parece que ya no se contenta con el turismo convencional, buscan nuevas experiencias en este tipo de destinos. Tenemos, cada vez más, la necesidad de conocer cosas extremas».