El lunes 26 de enero 2015 Grecia se despertó con un nuevo líder en el poder, el atractivo Alexis Tsipras, presidente de la Coalición de la Izquierda Radical, Syriza. Muchas cosas cambiaron: prometió el cargo, sin jurarlo sobre los Evangelios y sin corbata.
Poco antes había ratificado su acuerdo con un partido minoritario de extrema derecha y carácter soberanista, el de los Griegos Independientes. Su líder, Panos Kamenos, aportó los diputados que faltaban. Porque Tsipras había triunfado con el 36,3% de los votos y tenía solo 149 escaños, necesitando 151. Kamenos, con el 4,8% de su partido, aportó siete diputados, consiguiendo en contrapartida la cartera de Defensa y otros puestos para los suyos.
Tsipras consiguió mayoría absoluta en el parlamento hasta la firma del Tratado de Prespa, el reconocimiento formal griego del país vecino como República de Macedonia del Norte en junio 2018. Ahí el nacionalista Kamenos se plantó y le retiró su apoyo. Algunos de sus diputados y otros que se habían independizado prefirieron «pasarse» a Syriza. Por ello Tsipras mantuvo la mayoría hasta su fracaso en las elecciones municipales, regionales y europeas de este mes de mayo.
La debacle de mayo
Entonces fue cuando vio que había perdido su supremacía en todas las regiones griegas y en grandes ayuntamientos como Atenas, Tesalónica y Patras, y en las elecciones europeas Nueva Democracia estaba por delante con 33,11%, mientras que Syriza obtenía únicamente el 23,78%. Ante esta derrota devastadora, convocó elecciones generales para hoy domingo.
Tsipras pasará a la historia como el primer ministro más joven de los últimos años en Grecia, que gobernó durante mas de cuatro años y llevó al país a un referéndum para que los griegos votaran no a una propuesta de rescate que finalmente tuvo que firmar, con aún mayores medidas de austeridad. Pero el Grexit temido no ocurrió y Grecia se mantuvo en la Eurozona. Tsipras se quitó de encima a quienes querían que saliese de la UE (de hecho ninguno de estos antiguos compañeros de partido ha sido reelegido después). Con su mayoría aprobó una serie de reformas y ajustes que nunca podrían haber hecho los gobiernos anteriores y mantuvo la paz social.
Se dice en los pasillos de Atenas y Bruselas que Tsipras consiguió mucho apoyo de los acreedores en lo económico a cambio de reconocer al país vecino. El acuerdo de Prespa, negociado directamente y con discreción por Tsipras y su homólogo macedonio, Zoran Zaef, ambos con sus ministros de Exteriores, ha sido considerado un éxito a nivel internacional y muy aplaudido tanto por la UE como por EE.UU., al considerarse que Macedonia del Norte pasa ahora a estar en la órbita occidental, alejándose de la rusa. Pero a muchísimos griegos les ha parecido una traición, ya que el nombre de Macedonia es el de una gran región en el norte del país, para ellos sagrada.
Tsipras está pagando este precio, pero también el de lo que dijo y no pudo hacer. Las medidas de austeridad se han mantenido, se llegó a imponer el control de capitales hundiendo por sorpresa a muchas empresas griegas, aumentó el empleo pero con salarios bajísimos, su gobierno se ha visto obligado a privatizar pero poco...
Había prometido luchar contra la corrupción y la evasión fiscal, especialmente de los más ricos, y no ha hecho grandes avances. En vez de disminuir el tamaño del Estado lo ha agrandado. Ha hundido a la clase media por los nuevos impuestos aplicados para cumplir los elevados superávits primarios acordados con los acreedores y estos le han vuelto la espalda ahora.