La disputa en los tribunales británicos por el divorcio entre la Princesa Haya bin Hussein, hermana del Rey de Jordania, Abdalá, y su marido, el Emir de Dubái y primer ministro de Emiratos Árabes Unidos, Mohamed bin Rashid, conoce sus primeros lances desde la huida de la Princesa de Dubái en compañía de sus dos hijos, de 7 y 11 años. Algunos tabloides, como «The Sun», recogen el rumor de la prensa del Golfo, que da a entender que Haya, de 45 años, se habría fugado con el jefe de los guardaespaldas del emir. Otros, como «The Daily Beast», afirman que la Princesa ya ha pedido asilo político en Alemania.
El caso se dirimiría, no obstante, en los tribunales de Londres a finales de mes, ciudad de visita asidua por parte de la expareja real emiratí -según «The Times», la Princesa Haya tiene en la ciudad una casa valorada en 85 millones de libras (95 millones de euros). Tanto Haya como Mohamed, de 70 años, que ya tuvo cinco mujeres con anterioridad y tiene 23 hijos, tienen amistad con la Reina Isabel de Inglaterra, y su presencia ha sido habitual en eventos sociales británicos como la carrera de Ascot, donde las cabezas más importantes no son las de los caballos. Desde que se conocieron en Jerez de la Frontera en 2002, la hípica ha sido una de las pasiones compartidas entre Bin Rashid y Haya.
Según la prensa israelí, el emir de Dubái solo pretende con el pleito recuperar a sus dos hijos, y muestra una actitud de «desprecio» hacia su esposa. Un texto del creso soberano del pequeño territorio emiratí, subido a las redes sociales, así lo da a entender. «¡Vete con quien estás ahora ocupada!», reza el peculiar poema dirigido por Bin Rashid a una persona que no identifica. Haya por su parte, según «The Jerusalem Post», denunciará en los tribunales a su marido por «abusos».
Frentes diplomáticos
Las desavenencias conyugales podrían ser solo el pretexto. Fuentes diplomáticas árabes, que han pedido el anonimato, señalan que la gota que colmó el vaso de la Princesa jordana habrían sido las presiones de su marido para que Haya jugase un papel político más decisivo ante su hermano en el palacio de Amán. Los Emiratos Árabes Unidos, junto a la superpotencia petrolera del área, Arabia Saudí, están embarcados en una serie de frentes militares y diplomáticos en los que, por tradición y por prudencia, está ausente la monarquía hachemí de Jordania.
Las diferencias se centran en particular en Irán -país que visitó Abdalá en 2003 ante el escándalo del resto de monarcas suníes- y Qatar, el pequeño y riquísimo reino del Golfo enfrentado con Arabia Saudí y con los Emiratos y que sufre un boicot económico y político por parte de estos. Tanto Riad como Dubái desean además apoyo de Amán en la guerra de Siria, pese a lo delicado del caso debido a la cantidad de refugiados sirios que alberga Jordania. El país -moderado y laico- del Rey Abdalá es el segundo del mundo con más refugiados per cápita.
El monarca hachemí se esfuerza por soportar la presión saudí y emiratí, no solo por el matrimonio de Haya sino también por los 200.000 ciudadanos jordanos que trabajan en los Emiratos Árabes Unidos, y por la ayuda financiera que recibe de este país.
Abdalá está obligado a caminar al filo de la navaja no solo por su cuñado Bin Rashid sino también por las maniobras que lleva a cabo el régimen saudí, dirigido en la sombra por el heredero, Mohamed bin Salman. Según «The Jerusalem Post», el mes pasado el dirigente del Movimiento Islámico en Israel Kamal Jatib expresó sus temores de que Jordania pierda la custodia de los lugares santos musulmanes en Jerusalén, en particular la explanada de las mezquitas y Al Aqsa, desde donde la tradición Mahoma dio inicio a su viaje celeste a lomos de su caballo. Jordanos y palestinos temen que el patronazgo de los terceros lugares más sagrados del islam -después de la Meca y Medina- pasen a Arabia Saudí como «regalo de Donald Trump» al régimen aliado de Riad.