Los municipios retrasan la aprobación de sus ordenanzas a la espera de que la DGT apruebe la normativa nacional, paralizada por la falta de Gobierno
Marta González se baja de su patinete eléctrico con el que ha llegado a una farmacia del centro de Sevilla en la que trabaja. “Empecé a utilizarlo hace poco más de un año porque con el calor que hace aquí y las distancias era más práctico que ir en bici, donde no paras de sudar, o tener que esperar al autobús”, explica. González es una de los miles de usuarias de los denominados vehículos de movilidad personal (VMP), una terminología que abarca una variedad heterogénea de aparatos propulsados por motor eléctrico y que alcanzan distintas velocidades que han empezado a proliferar por las calles de toda España, rompiendo la tradicional división peatón-vehículo de motor. Su coexistencia con los transeúntes, las bicicletas y el tráfico rodado no está siendo pacífica.