No es que tenga pocos frentes pendientes -Irán, inmigración, guerra comercial con China—, pero el presidente de EE UU, Donald Trump, ha decidido abrirse algunos más, a golpe de tuit y declaración, justo antes de su llegada a Japón para participar en la cumbre del G20. Y, como suele, sus comentarios críticos han tenido como objetivo países y líderes aliados, o naciones a las que le interesa cortejar. No ha dejado títere con cabeza: ha puesto en duda el futuro del tratado de defensa con Japón, ha calificado a Alemania de aliado poco fiable, ha amenazado de nuevo con una subida de aranceles a China y ha acusado a Vietnam -un posible destino de las fábricas estadounidenses si continúan los roces entre Washington y Pekín- de aprovecharse de EE. UU.