Las cifras sobre la creación de empleos en el país estuvieron a debate la semana pasada. ¿Se deben considerar como empleos los más de 704 mil “aprendices vinculados” registrados en el programa Jóvenes Construyendo el Futuro hasta ayer, mediante el cual obtendrán una beca mensual de 3 mil 600 pesos durante un año, mientras se capacitan para el trabajo en una empresa establecida?
Empecemos por aclarar que el debate no es nuevo ni exclusivo del México de la 4T. Se dio en su momento en Estados Unidos de la Gran Depresión, cuando se puso en práctica una política contracíclica de pleno empleo, mediante la cual un trabajador despedido hacía un hoyo el día de hoy, y mañana llegaba otro trabajador desempleado a taparlo, y por este trabajo ambos recibían un ingreso público.
De una manera más gráfica y contrastante: ¿una persona desempleada que recibe un seguro de desempleo, deja de ser desempleada en ese momento? La respuesta depende de qué lado de las dos fuerzas básicas de la economía se ubique uno: oferta o demanda. Es decir, del lado del esquema neoliberal de Friedrich von Hayek, o del lado del Estado regulador de John Maynard Keynes. Del lado del mercado libre de restricciones —a pesar de sus desajustes cíclicos— o del lado del Estado, con intervenciones periódicas anticíclicas a través del gasto público y social.
Para los neoliberales ortodoxos, el joven que recibe una beca temporal de capacitación o el campesino que siembra árboles frutales o maderables con dinero público jamás podrán ser considerados como “empleos productivos” o “empleos formales”, por el pecado original de que esa plaza laboral no nació de una libre y pura acción del mercado, sino del “pernicioso” efecto de un subsidio gubernamental, que de esa manera desnaturaliza y pervierte la productividad y la competitividad del empleo.
Para los keynesianos, en cambio, el gasto público y social que incide en la reactivación macroeconómica del consumo, y que corta la brecha o déficit de la demanda agregada, será una gran palanca de apoyo para que la mano invisible del libre mercado pueda seguir operando. Esa beca, ese apoyo, ese ingreso, en la medida que termina directamente en el mercado, a través del consumo de bienes básicos, repercutirá en la reactivación de la oferta, y convertirá a quien lo ejerce en un trabajador-consumidor productivo.
En ese sentido, los más de 2.3 millones de beneficiarios que tendrá el programa Jóvenes Construyendo el Futuro y los 400 mil empleos directos que generará el programa Sembrando Vida sí pueden y deben ser contabilizados como nuevos empleos por dos sencillas razones: los beneficiarios tendrán acceso a seguridad social e influirán en la reactivación de la demanda nacional, sobre todo en la base de la pirámide salarial, como ya lo están registrando las tiendas de autoservicio y consumo minoristas.
Bastará con que los reportes sobre empleo del IMSS incluyan un capítulo especial con el número de jóvenes y campesinos que se van sumando a estos programas, para ubicar el tamaño macro de esta intervención sin precedente que busca reactivar la demanda y la economía nacionales. Si bien es cierto que no se pueden mezclar peras (empleo temporal) con manzanas (empleos permanentes), sí se deben contabilizar todas las frutas que produce el huerto nacional.
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@RicardoMonrealA