Por Rafael Nieto Jiménez
La muy extensa y variada obra de Tomás Salvador disfrutó de cierta popularidad en los años cincuenta y sesenta, pero fueron dos de sus aproximaciones al mundo criminal las únicas que en esos años se trasladaron a la pantalla. Cuerda de presos (1954), de la que ya hemos hablado en esta serie, se convirtió en un pequeño clásico del cine español. Los atracadores (1961), por su parte, goza de menor consideración crítica, pero también es digna de formar parte de las antologías de nuestro cine negro, género que conoció una pequeña edad dorada en los años sesenta gracias principalmente a la producción barcelonesa.
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