Los accidentes cerebrovasculares son ya la primera causa de discapacidad en la edad adulta. Cada año se producen en España más de 150.000 nuevos casos, cerca de diez mil de ellos en Galicia. En paralelo, otra enfermedad neurológica íntimamente ligada al envejecimiento de las poblaciones, el alzhéimer, avanza imparable: se estiman en 40.000 los nuevos diagnósticos anuales en nuestro país y en 1,2 millones la cifra global de afectados. Juntas, ambas enfermedades se configuran como las dos grandes pandemias del siglo XXI. Si las proyecciones se cumplen, y la alianza entre ciencia y clínica no introduce cambios decisivos, se calcula que en 2050 la cifra de europeos afectados por alzhéimer multiplicará por diez los 4,5 millones actuales.
Con el fin de agilizar la comunicación entre los distintos agentes implicados en la mejora de las herramientas de prevención, diagnóstico y tratamiento de ambas patologías y, en definitiva, de acortar tiempos en la consecución y traslado a la clínica de abordajes perfeccionados, investigadores de cuatro países, coordinados desde el Instituto de Investigación Sanitaria de Santiago (IDIS), se embarcan en un proyecto a tres años en el que aportar lo mejor de cada uno para cambiar el curso de estas dos enfermedades de alto impacto. Se trata, expone Tomás Sobrino, coordinador junto Pablo Aguiar de este proyecto Interreg para la cooperación en el área Atlántica, de aunar a la academia, la clínica y el sector productivo (el consorcio incluye empresas del sector salud y biotecnológico) en la búsqueda de consensos en torno a las mejores prácticas ya disponibles y en el diseño de respuestas innovadoras.
Llegar a tiempo
En el caso del ictus, apunta Sobrino, el reto fundamental pasa por perfeccionar el reconocimiento de la sintomatología y por generalizar los mejores protocolos de respuesta para conseguir que la mayor proporción posible de pacientes llegue a un centro hospitalario con opciones de beneficiarse de un tratamiento que, recuerda el investigador, es tiempo-dependiente. Con el alzhéimer, detalla el investigador —que ya coordina a nivel europeo el proyecto H2020 PANA sobre el diagnóstico precoz de esta patología—, la clave reside en la anticipación. Clínicos, investigadores básicos e industria, expone, trabajarán en la identificación de nuevas herramientas que faciliten el reconocimiento de la enfermedad en fases iniciales, preferiblemente asintomáticas, en las que los datos disponibles apuntan una alta eficacia de los fármacos ya disponibles para contener el avance.