Quizás López Obrador no tenía alternativa. Quizás en la negociación con Trump hizo lo mejor para México.
Pero es la maldita confrontación la que contamina y distorsiona cualquier análisis. Ese afán de poner en contra a quienes están a favor y quienes están en contra del régimen.
Ah, y también la falta de honestidad en el hablar del presidente; tan fanático él de mentir.
Y advertencia: cuestionar a López Obrador no significa defender a Peña Nieto, quien por donde se le vea es indefendible.
Tan torcido está quien ve la negociación sobre los aranceles como una entrega del país (como una derrota fácil y deshonrosa), como quien celebra y ve en ello la salvación México y un acto heroico de la Cuarta Transformación.
Quienes esperaban que el presidente, a manera de Niño Héroe, se envolviera en la bandera y se arrojara de lo alto del Castillo negándose a evitar las imposiciones de Trump, no miden que a partir del lunes el país se hubiera venido abajo económicamente: se hubieran disparado el dólar y de paso la inflación y las tasas de interés, la timorata incertidumbre que ha acompañado el arranque del sexenio hubiera crecido exponencialmente y la poca confianza que aún hay en el proyecto se hubiera terminado.
Crisis y caos.
No fue una negociación fácil.
Hay que recordar contra quién estaba López Obrador: la economía más poderosa del planeta, y manejada hoy por un orate caprichoso que ya encontró en las amenazas con aranceles la forma de dar manotazos en la mesa y ganar la posición como negociador: ya rindió a México, y busca hacer lo mismo con China y con Europa.
Pero es la maldita confrontación la que contamina y distorsiona cualquier análisis
México no tiene fortaleza alguna con la cual enfrentar a Estados Unidos en la negociación; es como pelear con un gorila de 500 kilos… te va a hacer pedazos.
Ceder a las peticiones de Trump fue lo mejor que pudo haber pasado porque como hasta ahora, y en el más puro estilo del “lopezobradorismo”, no pasa mayor cosa en el país, ni para bien ni para mal, y al ceder seguiremos así.
La inflación se mantiene baja, el peso sin presiones extraordinarias frente al dólar, el precio de la gasolina sin variaciones y no hay aumento de impuestos. Son las mejores noticias para aquellos que ya están hartos de las fantochadas de políticos y lo que buscan es trabajar. Simplemente que no haya olas.
Ahora, pretender que esa cesión ante Trump es una victoria es una payasada del tamaño del mundo.
De dignidad ni se puede hablar.
Lástima que a López Obrador le gusten la mentiras, y creérselas, porque lo más sano hubiese sido salir públicamente y reconocer que ceder como lo ha hecho no es fácil, que es una derrota, como tantas otras que acompañan a un país cuando es el débil del vecindario, pero que se sacrifica a los menos (en este caso los migrantes) en aras del beneficio de la mayoría, que somos los mexicanos.
Y hubiese hecho bien en reconocer, aunque cueste trabajo, que en tiempos electorales en Estados Unidos, y en función de los caprichos dantescos del señor Trump, vendrán derrotas similares y lo menos que podemos hacer es tratar de enfrentarlas unidos, como país.
Pero no, desde siempre el señor buscó la confrontación entre mexicanos calentando cabezas, unas a favor y otras en contra.