Los escollos que López Obrador ha tenido que sortear desde que asumió la presidencia, podrían ser el resumen de todo un sexenio. Ninguno ha sido menor, pero el incremento a los aranceles a las exportaciones se cuece aparte.
Trump aplicó el abecé de su diabólico manual del negociador eficaz. Nos apretó al límite para sacar el provecho que tenía calculado. Para la próxima, la vara será más alta. Buscará que los migrantes de las caravanas que esperan asilo se olviden de los Estados Unidos y comiencen a vivir el sueño mexicano.
Eso o cualquier otra cosa puede pasar, porque las reacciones de Donald Trump son las de un enfermo de poder: perversas e impredecibles. ¿Se puede negociar con alguien así? Sí, pero siendo consciente de que ganarle es prácticamente imposible.
Por ello, aunque suene a poco, lo obtenido en la pasada negociación fue el mejor escenario de los peores posibles. De haberse aplicado el arancel del cinco por ciento mensual hasta llegar al 25, el PIB hubiese caído más de un uno por ciento, se hubiera perdido más de un millón de empleos, el IVA habría subido, el dólar disparado hasta cerca de los 30 pesos… eso como abreboca. Ahora imagínese ese escenario agudizándose durante tres años continuos. ¿Dimensiona el tamaño del impacto? Por ello aún me niego a afirmar, como lo han hecho quienes quieren ver arder el bosque, que el resultado de la negociación nos convirtió en los cadeneros del antro, los veladores de la construcción del muro, los cazadores oficiales de los indocumentados centroamericanos… Cierto, no sacamos el mejor resultado, pero, ¿qué esperábamos? ¿Alguna vez hemos sacado un mejor resultado que los Estados Unidos en todas las negociaciones que hemos tenido? ¿Aún no está del todo claro por qué en tan solo 34 años, los gringos se quedaron con más de dos millones y medio de kilómetros cuadrados de nuestro territorio? Basta de lloriqueo. Ahora lo que toca es prepararse para enfrentar el siguiente embate. En esta tregua hay que trabajar a toda marcha para hacer los cambios requeridos y así poder cumplir con todo lo que Trump ha exigido, porque si incumplimos, como lo advirtió, la avalancha de aranceles se nos vendrá encima, y ahí si no tendremos margen de maniobra.
Y en medio del vergonzoso rifirrafe, los migrantes fantasmagorean, aparecen como entidades sin dignidad ni alma, entelequias para usar y tirar en la próxima campaña.