En la madrugada del 6 de junio, dos jóvenes soldados británicos, el capitán de Ingenieros Logan Scott-Bowden, zapador y de 24 años de edad, y el sargento Bruce Ogden-Smith, de la Sección de Embarcaciones Especiales y de 25, miraban apesadumbrados y pesimistas un sector de costa de ocho kilómetros que se extendía desde el este de Sainte-Honorine-des-Pertes hasta el oeste de Vierville-sur-Mer, describiendo una curva cóncava. Iban a bordo de un barco piloto de la U.S. Navy, tripulado por tres hombres, como observadores y guías de sus aliados norteamericanos, misión para la que se habían presentado voluntarios. No obstante, la nacionalidad no era el único rasgo que diferenciaba a los dos británicos con el resto de los soldados a bordo. Había otro más importante: Scott-Bowden y Ogden-Smith estaban convencidos de que la playa Omaha era el lugar menos adecuado para un desembarco anfibio. Este hecho también era conocido por el alto mando aliado, aunque sus integrantes no lo habían comprobado «in situ», como sí lo habían hecho los dos jóvenes británicos. El 16 de enero de 1944, dentro de la «Operación Postage Able», se habían desplazado hasta ella a bordo de un submarino de bolsillo X-20, siguiendo las órdenes del general Omar N. Bradley. El objetivo era comprobar si el terreno era capaz de aguantar el peso de los carros de combate Sherman, de 31,6 toneladas. Para cumplir su misión, tuvieron que desplazarse a nado hasta la playa, armados únicamente con un cuchillo y una pistola automática Colt 45, y llevando una barrena de mano de 50 cm de longitud y recipientes donde recoger muestras de arena. Nada más poner pie en la tierra de Omaha, Scott-Bowden, como ingeniero y zapador, comprendió que no era el terreno más adecuado para la operación que se estaba planeando, ya que tras el rompeolas de la playa había una zona pantanosa y justo encima de la misma se elevaban una serie de montículos arenosos cuya altura oscilaba entre los quince y treinta metros y que dominaban la bahía. Estas elevaciones solo eran accesibles a través de cinco valles, que eran las únicas zonas donde podían evolucionar los vehículos desembarcados en las playas. Pero estos accesos estaban dominados por las fuerzas alemanas. Aunque invadido por el pesimismo, Scott-Bowden –como soldado disciplinado que era–, recogió las pruebas que se le habían ordenado. Tras regresar a Gran Bretaña, se le ordenó así a un encuentro en Londres con seis almirantes y cinco generales, entre ellos Bradley, al día siguiente. Durante esta reunión, el mayor británico expuso la situación, y cuando estaba a punto de abandonar la sala advirtió al general norteamericano que la operación iba a suponer numerosas bajas. Bradley se limitó a ponerle una mano en el hombro, comentándole: «Lo sé, muchacho, lo sé». Sin embargo, no había otra opción, pues Omaha era la única playa donde era posible desembarcar para conectar los desembarcos británicos en la playa Gold en la izquierda y los norteamericanos en la playa Utah, en la derecha. La operación, pues, siguió adelante, encargándose Bradley de su diseño y el V Cuerpo de Ejército –1.ª y 29.ª divisiones de infantería– a las órdenes del general Leonard T. Gerow, de su desarrollo. Como Scott-Bowden, Gerow, que había estudiado el terreno, tampoco era optimista sobre su éxito, pues no confiaba en que el bombardeo naval, del que estaban encargados los acorazados estadounidenses Texas y Nevada, el monitor británico Erebus, cuatro cruceros y doce destructores, así como el aéreo, cumplieran su misión de reducir las defensas alemanas, funcionasen. Tuvo razón. Seis meses después, el mayor británico observaba desde el buque piloto norteamericano que le transportaba el avance hacia Omaha de las primeras lanchas de desembarco. Con un mar embravecido, tenían que realizar una navegación de más de una hora, ya que los barcos nodrizas se habían situado a veinte kilómetros de la costa para evitar ser alcanzados por la artillería alemana. En ese momento, el teniente que estaba al mando de la embarcación le avisó de que estaba a punto de cometerse el primer error de la operación: a cinco kilómetros de la playa, las lanchas de desembarco lanzaron los carros Sherman del 741º Batallón de Carros de Combate. Sobre el papel, estos vehículos, diseñados por uno de los «padres» del arma acorazada británica, el mayor general (general de división) Percy Hobart, tenían capacidad anfibia. Sin embargo, tanto la distancia a la playa como la situación del mar impedían que la alcanzaran. Y así ocurrió. De los treinta y dos vehículos que se lanzaron, se perdieron veintisiete. Sobre las 6:05 horas, el mayor británico pudo observar el segundo fallo en la operación: los bombarderos Liberadors y Fortresses de la 8.ª Fuerza Aérea, cuya misión era neutralizar las defensas alemanas, lanzaron 13.000 bombas sin que ninguna alcanzara los acantilados ni la playa Omaha. Tampoco tuvo éxito el bombardeo naval, que se prolongó solo durante cuarenta minutos. Estos fracasos demostraron que el pesimismo de Gerow sobre el éxito de estas acciones estaba justificado.