Antonio Grande replicó el quite de Diego San Román. Sobrevolaba por la plaza, por su actuación algo de eso de no querer dejarse ganar la pelea ni loco. Bien fue la réplica, como bonita la media con las dos rodillas en tierra. Grande quiso hacer honor a su nombre y tiró primero de arrestos. Los suficientes para irse al centro y esperar al novillo de Fuente Ymbro en el centro del ruedo para cuando justo llegó a su jurisdicción pegarle un afarolado, de rodillas, gran detalle. Si no echa un cuerpo a tierra, nos olvidamos. Ahí hubiera acabado todo, o casi. Las cogidas son un absoluto desconcierto, la demostración visible, patente de que la suerte existe y está contigo o contra ti. El novillero de Salamanca, buena tierra de toreros, se puso de pie después del trago para empezar a torear y eso es lo que quiso hacer en todo momento, ante la noble movilidad del Fuente Ymbro. Con más o menos resultados, no siempre logró la solidez, y el viento se encargó de ponérselo más difícil, pero sí se le vislumbraron unas buenas maneras. Sobrias, austeras y queriendo hacer las cosas por el camino recto. El mismo que siguió en el quinto, que iba y venía corto en el viaje y falto de entrega. Su buen concepto resultó lo mejor, a pesar de que se alargó.
Valor del bueno tiene Diego San Román, valor capaz de asfixiarte cuando la cosa se pone difícil. Y se le puso en el tercero, que ya anduvo rajado desde que salió de toriles, pero no importó. A San Román no le importó nada que no fuera dejar su constancia de la solidez de su puesta en escena por encima de todo. Desde el centro, al natural, esperó la primera arrancada de muleta y entró el novillo por dentro, anunciando lo que venía después. Y vino una voltereta para dejarte sin saber por dónde andas tres días. De una violencia tremenda. Como si fuera de otro mundo no se inmutó y regresó a la cara, más fiero que el toro, y por bernadinas nos quitó el aliento que nos quedaba. Arreones pegó el sexto, mientras San Román los aguantaba de rodillas. Impávido, claro que el precio acabó por ser alto, porque no tardó en prenderle de verdad, y fue tremenda la cogida, pasándose al novillero mexicano de pitón a pitón hasta expulsarle. Tremebundo. Como si no fuera la historia con él, ¿de qué planeta habrá venido este San Román? Se volvió a poner exacto, a pesar de que el toro no tenía ni uno. Tendrá que reorganizar conceptos, pero es torero.
Un pase cambiado por la espalda dio Juanito al cuarto buscando el eco directo del tendido. En cuanto se puso a torear sufrió una colada de infarto; al natural siguió. No era fácil el novillo, reponía y sobre todo ganaba el viaje por dentro, acortando cada vez más los espacios. Brusquedad y aspereza del toro, con la virtud de descolgar la cara en el viaje. Firme y sólido por el diestro para sacarle los muletazos muy abajo y en el intento de llevar al novillo sometido para que no se descontrolara. Fue cambiante el Fuente Ymbro y las bernadinas finales de inmolarse. Serio mucho más allá de los resultados. Así estuvo con su primero, que tuvo movilidad y aspereza a partes iguales. Se entregó Juanito en todo momento. Por encima los novilleros de un encierro que tuvo muchas complicaciones. Y valor de acero.