Luego de leer y escuchar la noticia de que una senadora de la República había recibido en su propia oficina uno de esos artefactos conocidos coloquialmente como “libro bomba”, lo primero que vino a mi mente fue lamentar que este tipo de cosas estuviera sucediendo en nuestro país. Tan solo el hecho de imaginarme la escena me ocasionó diversos estados de ánimo: pesadumbre, indignación, desesperación, impotencia, en fin, puras malas vibras.
Hasta ese momento no identificaba a qué Senadora se referían, ni a qué partido político pertenecía, sólo volvía a mi cerebro una imagen desoladora del lugar en donde pudo haber pasado el siniestro, para luego pensar que en esas fastuosas oficinas suele haber muchas personas más, por lo tanto, el desastre podría haber sido mayúsculo, además de que seguramente todas esas personas tienen familiares y amigos, que al conocer la noticia, se empezarían a preocupar por los seres queridos que labora en el Senado, con el drama que podría seguir a mis cavilaciones.
Así las cosas, no pude menos que pensar que las cosas ya estaban llegando demasiado lejos en nuestro país. Miles de asesinatos en unos cuantos meses (más los de años anteriores), y con un promedio diario creciente -con todo y que las policías habidas y por haber disque ahora si “actúan” super-recontra coordinadas-, con la masa en pleno del partido en el poder dedicando toda su inteligencia a salvaguardar nuestra seguridad, pero con todo y eso, un “libro-bomba” había llegado a esas latitudes, que resguardadas al máximo y todo, el artefacto detonó.
Lo sospeché desde un principio.- Afortunadamente, pronto se pudo saber que se había tratado de un tirititito, que nadie había sido dañado de gravedad y que la Senadora Citlalli Hernández, se encontraba sana y salva. Mientras declaraciones de todos los colores circulaban, la senadora pasó del anonimato a ser conocida en las noticias del país y el extranjero.
APUNTE
Con seis elecciones en igual número de entidades, ayer, en prácticamente todos los partidos políticos de oposición estuvieron “comiéndose las uñas” en espera de los resultados. Cada una de las entidades tiene su importancia, pero la que más ha llamado la atención es la de Puebla, en donde la elección de estado es prácticamente un hecho -y en las otras entidades también- en lo que viene a ser una fehaciente demostración de que sí aprendieron a hacer bien lo que antes tanto criticaban y habían prometido que nunca de los nuncas harían.
La zozobra incluye la posibilidad de que en algunos lugares los candidatos más débiles pudieran llevar a su partido a perder el registro, lo que vendría a convertirse en un caos para los opositores, y en un apalancamiento para el gobierno, el cual ahora presiona para que los tres Poderes constitucionales “descansen” en una misma persona.
