“El gol es la salsa del futbol”, dijo alguien cuyo nombre se perdió en la noche de los tiempos.
No alcanzó a decir que “El gol también puede ser la cicuta del futbol”.
Botón de muestra, la Final de la Champions League.
Decepcionante, insípida, incolora, inodora, insípida y otros más, del mismo jaez, fueron algunos de los calificativos que dedicó al partido del sábado en Madrid, la misma crítica que se había deshecho en elogios para las gestas que Liverpool y Tottenham realizaron en sus partidos de la ronda de semifinales, ante Barcelona y Ajax, respectivamente.
Aquí mismo, aún con el sabor a jícama sin sal que dejaron en el paladar los partidos de la Final del Torneo de Clausura de la Liga MX, y más particularmente el 0-0 con que se resolvió el de Vuelta, el domingo antepasado en León, se esperaba una lección de grandeza; y, si no de audacia o de temeridad, sí, al menos, de profesionalismo, por parte de los dos equipos.
Entendido, valga el subrayado, no como el afán de convertir un partido de futbol -y, mucho menos, la final del torneo más prestigioso de cuantos se disputan en la actualidad- en una fiesta pueblerina, con profusión de tamborazos y fuegos artificiales a granel, sino de respetar y emocionar al público que seguiría los pormenores en todo el mundo, y no sólo a las parcialidades que viajaron desde Inglaterra para ser testigos de primera mano de la coronación de sus equipos, ese profesionalismo fue sacrificado en aras del resultadismo.
La vehemencia y la vergüenza deportiva de que hicieron alarde los dos equipos ingleses en los encuentros de la fase de Semifinales, fue sustituida por el cálculo y el afán especulativo del equipo que tuvo la fortuna de que el destino le regalara, en el primer minuto del partido, el penalti que le permitió inclinar la balanza de su lado, adueñarse del mango de la sartén, llevar hasta las últimas consecuencias el axioma -cuya autoría se atribuye a Carlos Miloc- de que “el gol es el táctico del futbol”… y arruinar el partido, convertirlo en pálida sombra, en triste caricatura de los nunca bien ponderados de la etapa precedente, con tal de asegurar el resultado.
Jurgen Klopp y sus filibusteros ya tienen un lugar en la estadística… aunque, para conseguirlo, renunciaron a la posibilidad que tuvieron de pasar a la historia.
