Una de las cualidades más deseables del ser humano es la buena memoria; anhela el poder de recordar todo.
Funes el memorioso es el relato de Irineo Funes, un campesino, quien cayó de un caballo y, después de golpearse la cabeza, recobra el conocimiento con un increíble talento – o desgracia- según como se lo mire, de recordar todo. Jorge Luis Borges es el autor de este cuento de apenas 12 páginas, publicado en 1944. Aquí Borges aborda el tema de los laberintos de la memoria y las consecuencias de una capacidad de memoria ilimitada.
En una entrevista, Borges dijo que había escrito el cuento en una noche en que no podía dormir; entonces imaginó a un personaje como Funes que todo memorizaba, y que el dormir significaba distraerse y perder detalles; por tanto Funes sufría de insomnio.
El cuento fue publicado curiosamente como parte de una obra llamada “Ficciones”.
Pero la ficción dejó de serlo cuando el Psicólogo ruso Alexander Luria reportó científicamente en 1968 el primer caso de un paciente con una memoria extraordinaria, Solomon Shereshevskii. La memoria de este paciente es ilimitada, confiesa el psicólogo.
Pero el Funes de Borges y el paciente del psicólogo Luria, no solo se parecen en su poderosa memoria.
El psicólogo dice sobre su paciente: Era un inepto para hacer argumentaciones lógicas; mientras que Borges dice sobre Funes: Sabía todos los idiomas inglés, francés, latín y, sin embargo, no era capaz de pensar.
Esta es la clave de la memoria y pensamiento normales. El cerebro humano necesita olvidar para poder recordar y pensar. Toda acción requiere un olvido; como la vida requiere no solo luz sino también oscuridad.
Poseer una información infinita y tratar de memorizarla puede convertirse en algo terrible.
Algo parecido sucede en el actual mundo cibernético, las personas están abarrotadas de información que no pueden procesar; por doquier surgen imágenes, noticias incoherentes y fragmentadas que nos vuelcan a un mundo visual y virtual que nos aparta de lo que realmente no hace humanos: La reflexión.
