Los resultados son los que son, pero podrían haber sido otros. Se produjo la «tormenta perfecta» para que el PSOE consiguiera una indiscutible victoria en las elecciones autonómicas de Castilla y León: la desunión de la izquierda premió a los socialistas, mientras que la fragmentación del centro- derecha, que incluso superó en apoyos al otro bloque y mejoró sus resultados respecto hace cuatro años sin poder rentabilizarlo, unida a un aumento de la abstención respecto a las generales de hace un mes, castigó severamente al Partido Popular.
Del lado del triunfador y pese al perfil moderado de su candidato, Luis Tudanca, durante la campaña, lo cierto es que por diferentes motivos -efecto Pedro Sánchez y la crisis terminal de Podemos, entre otros- consiguió atraer el voto que hace cuatro años fue depositado en el flanco más radical de la izquierda. Si los socialistas obtuvieron en torno a 125.000 sufragios más que en la cita de 2015 (hasta los 477.925) fue en buena medida por haber «pescado» una parte importante de los casi 100.000 votos que ha perdido la formación morada y los 25.000 que se han «marchado» de IU, dos partidos en horas muy bajas y a los que ni siquiera una gran coalición les hubiera salvado de la quema.
Más del 52% de los electores se decantó por los populares, Ciudadanos o los de Abascal y un 35% votó socialista
En el otro lado del espectro políticos, los populares, derrotados con claridad, se han visto lógicamente perjudicados por el incremento del apoyo a Ciudadanos -menor del esperado por la formación «naranja»- al pasar del diez al quince por ciento de votos y 65.000 sufragios más y especialmente por la irrupción de Vox con más de 75.000 votos, de los que prácticamente 55.000 -todos menos los de Valladolid, donde sí consiguen un acta- caen en saco roto y sólo sirven para restar representación a los populares, que se dejan en el camino prácticamente 80.000 apoyos respecto a los conseguidos en 2015.
En todo caso y pese a que la suma de apoyos del PP y de Vox hubiera superado en votos al PSOE -unos 30.000 más-, los socialistas habrían mantenido sus 35 escaños y los populares hubieran sumadocuatro más (en Burgos, León, Valladolid y Salamanca) hasta situarse en los 33 quitando dos actas a Ciudadanos, la única que ha conseguido Podemos y la ya citada de Vox.
En esta línea, tanto el PSOE como el PP, los dos partidos tradicionales, mejoran sus resultados en varios puntos respecto a lo que ocurrió en las generales, donde Cs, Vox y Podemos se comportaron mejor el 28 de abril en la Comunidad que en esta cita autonómica. Sin embargo, mientras la caída de los de Iglesias se han ido a los socialistas, la de los otros dos partidos habría optado en un porcentaje considerable por quedarse en casa como prueba la mayor abstención del pasado domingo respecto a la cita de hace un mes.
En todo caso, una de las paradojas de las elecciones autonómicas está en que la confianza del electorado castellano y leonés a las formaciones de centro-derecha se ha incrementado respecto a la de hace cuatro años pese al triunfo socialista. Así, hasta 713.158 -50.000 más que hace cuatro años- votantes eligieron a PP, Cs o Vox, mientras que sólo 577.195 -3.000 menos- apostaron por PSOE, Podemos o Izquierda Unida. En porcentajes, supondría que el bloque (ficticio) encabezado por los candidatos Alfonso Fernández Mañueco, Francisco Igea y Jesús García Conde habría recibido casi el 52 por ciento de los sufragios (48,6% en los pasadas autonómicas) mientas que las formaciones lideradas por Luis Tudanca, Pablo Fernández y José Sarrión obtuvieron la confianza del 42% de los electores -dos décimas menos que hace cuatro años-. Así, en una hipotética votación en la que se hubieran presentado de forma conjunta la mayoría absoluta hubiera recaído en el centro-derecha de la Comunidad con un respaldo similar al del Partido Popular en sus mejores tiempos.
Nuevos partidos
Junto a los factores ya comentados, el Partido Popular también ha perdido terreno en algunos de sus bastiones más tradicionales por la llegada de nuevos partidos. Especialmente claro y sangrante es el caso de Por Ávila, con el expresidente de la Diputación y ex del PP, Jesús Manuel Sánchez Cabrera, a la cabeza de una formación creada en dos tardes y a la contra de los que eran los «suyos». Se llevan un escaño que arrebatan claramente a los populares, que también sufrieron la pérdida de un acta en Soria por la irrupción -menos significativa- de la Plataforma del Pueblo Soriano, nacido también de la crisis interna del PP.