Para el laureado escritor nicaragüense Sergio Ramírez Mercado, la dictadura orteguista realiza un esfuerzo “inútil” por ganar tiempo en las negociaciones con la Alianza Cívica, ya que se consigue tiempo cuando hay un futuro, pero el régimen no tiene “ninguno” y se encamina a su final. Y ese desenlace y salida del dictador Daniel Ortega dejará una gran lección a los nicaragüenses: “No creer más en caudillos”.
“Creo que es la primera vez que el país tiene la oportunidad de un cambio institucional sin que nadie se encarame después y no quiera bajarse”, destacó Ramírez, quien fue vicepresidente de Nicaragua durante el primer mandato de Ortega, entre 1985 y 1990.
En una entrevista para el programa Esta Semana, el escritor resaltó que muchas veces los ciudadanos comenten el error de reclamar un líder. “Estamos metiéndonos el cuchillo nosotros mismos”.
Tras la salida de Ortega, Ramírez considera que “lo primero es construir una institución electoral firme, fuerte, definida y que no responda a intereses políticos determinados”. Además de “una Corte Suprema con unos jueces y tribunales que también estén lejos de las influencias políticas. Así es como vamos aprender a caminar y tener gobiernos que obedezcan a la ley”.
En ese proceso de transición, el intelectual resaltó que el Ejército de Nicaragua jugará “un papel”, que espera sea “en favor de la estabilidad”.
El novelista defiende la permanencia en el diálogo nacional, pese a que “la negociación sufre tantos trastornos, a pesar de que no se vislumbra que haya una voluntad política y seriedad de parte del régimen”.
“Cuando a mí me preguntan cuáles son las salidas alternativas a la mesa de negociación, el mundo se oscurece, porque estaríamos hablando de alternativas que estaría de por medio la violencia”, aseguró el intelectual, quien añadió: “La persistencia a buscar una salida es la única forma que yo veo de ir tratando de hallar esta solución, que pasa primero por exigir al Gobierno el cumplimiento de los acuerdos que ya están firmados”.
El pasado 29 de abril, los delegados gubernamentales y la Alianza Cívica habían casi acordado la liberación anticipada de unos 232 presos políticos —pertenecientes a una lista conciliada— y el restablecimiento de libertades públicas, como el derecho de expresión y manifestación. Sin embargo, la dictadura desautorizó a los suyos y echó pie atrás.
Ramírez destacó que esas “esas contradicciones no son nuevas en la conducta de Daniel Ortega”, y recordó que “en la derrota electoral de los noventa, en el discurso de la madrugada, Ortega acepta la derrota, que ha ganado doña Violeta y que el Frente Sandinista tiene que entregar pacíficamente el poder. Pero al día siguiente dice otro discurso completamente diferente, contradictorio, donde llama a defender el poder desde abajo y comienzan los hechos de violencia en contra del Gobierno”.
En junio próximo, la Asamblea General de la Organización de Estados Americanos (OEA) evaluará la aplicación de la Carta Democrática a Nicaragua. En ese mismo mes se vence el plazo de 180 días para que el Departamento de Estado presente un informe sobre la situación en Nicaragua, en el marco de la ley Nica Act.
Para el exvicepresidente, “la resolución de todos estos factores externos va a ser en contra” del régimen, por lo que “la pretensión de ganar tiempo siempre ha sido inútil. Hay tiempo que ganar cuando hay futuro en una negociación, y aquí yo no veo ninguno para el régimen. Aquí no veo otro sino el agravamiento de la crisis político social y el estrechamiento de las circunstancias en las que el país vive”.
“Creo que en el marco de las presiones internacionales y el propio estancamiento de la situación va en contra suya (de Ortega), tiene que comenzar a ceder terreno y cumplir con los acuerdos”, mencionó.
“Nosotros vemos (en el diálogo nacional) dos actores visibles, el Gobierno y la Alianza Cívica, pero todos estos actores (externos) están ahí presentes y tiene una influencia decisiva”, apostilló.
Ramírez evocó que la salida del dictador nicaragüense Anastasio Somoza Debayle se dio “en un marco de presiones internacionales”, con Estados Unidos y la OEA como actores externos.
“Nosotros negociamos la salida de Somoza directamente con un representante especial del presidente (Jimmy) Carter”, dijo el escritor, quien agregó: “Se dio un proceso de negociación muy delicado entre el Frente Sandinista y los Estados Unidos. Pero ahora cuando Estados Unidos aparece en el panorama se habla de injerencismo”.
“Cuando nosotros negociábamos con los Estados Unidos la salida de Somoza y negociábamos frente a la propia Guardia Nacional cómo iba a ser la organización del país después de la caída de Somoza, había una lucha guerrillera detrás. La negociación se medía por el peso que la lucha militar tenía cada día; hoy no hay ninguna lucha militar, por lo tanto, parecería que estas personas están negociando desvalida, pero no están desvalidas porque tienen un respaldo popular y de los distintos sectores sociales, que yo creo que es un error buscar como dispersarlo o debilitarlo”, reflexionó.