Luego del inusitado proceso electoral de julio de 2018, la fisonomía de casi todos los partidos políticos cambió radicalmente. No fue solo la pérdida de poder político, territorial y financiero, sino que además huyeron miles y miles de “militantes” de sus padrones en términos reales. Seguramente lo más doloroso ha sido que, más allá de la infidelidad documentada con oficios de renuncia, principalmente en el PRI, PAN y PRD se percataron de que habían estado, durante mucho tiempo, “durmiendo con el enemigo”.
Este fin de semana en el blanquiazul difundieron que tienen en proceso 117 expulsiones de panistas “que colaboraron con otros partidos y transgredieron los estatutos”, y al incluir entre ellos a los actuales alcaldes de Toluca y Metepec, se meten en el brete de demostrar si los están corriendo ahora o hace mucho que ellos solitos se fueron. Pero lo mismo pasa con numerosos militantes, no solo estos notables.
El dirigente estatal Jorge Inzunza Armas señala que, eso sí, han sido más las expulsiones que las renuncias al partido y que, ni Dios lo mande, ellos no están en la situación del Partido de la Revolución Democrática, donde las convenencieras y públicas renuncias (que hacen todo lo posible por aparentar ser masivas) tienen al partido amarillo con respiración asistida.
Y es que la gran mayoría, políticos al fin, y parafraseando al Maquío, “jalan pa’ donde calienta la gorda”, para donde calculan que tienen más o menos asegurado algún futuro en el erario, aunque este pinte austero.
En todos los partidos, luego de casi un año de aquella traumática elección, vendrán mal y tarde las noches de los cuchillos largos, al menos ya nada más para dejar claro de que las infidelidades no se perdonan, o que como dijera con lagrimitas otro histórico: “ya nos saquearon -a la militancia-, no nos la volverán a saquear”.
Ojalá que, luego de los expulsados o corridos, quienes se queden en los institutos sean gente comprometida con los que dicen sus respectivos documentos básicos, y quienes están siendo beneficiarios de los éxodos, descubran antes del 2021 que el pragmatismo político de recibir lo que caiga con tal de ganar, no siempre deja buenos dividendos.
Si vale o no de algo la lealtad ideológica, al final no queda más que dejar ese juicio en manos del tiempo, y de la voluble memoria de los votantes. Ya no falta mucho.