Lo que no tendría que ser una discusión social, ni siquiera ética o moral, y mucho menos algo relacionado con las leyes del estado, es la decisión de las mujeres sobre su cuerpo.
Creo que el concepto más claro es el del respeto al derecho ajeno, porque es más que cierto. A últimas fechas, en Hidalgo se empezó un debate sobre la interrupción legal del embarazo, así como sobre una ley que defienda la vida desde su concepción.
Dar a conocer las opiniones en ambas posturas no es malo, todos somos libres de expresarnos, pero de ahí a querer dosificar la interpretación de la ley y la impartición de justicia por considerar qué es bueno y qué no con la vida y cuerpo de una mujer, es muy diferente, es otra cosa y es algo a mi parecer reprobable.
El caso es que nuestros siempre considerados diputados locales, subieron el tema de despenalizar el aborto en Hidalgo, sintiendo que eso sería muy progresista o que con ello ganarían adeptos políticos, y como respuesta, no de la sociedad, obtuvieron una iniciativa de defensa y protección a la vida como un derecho, es decir, lo contrario.
Ahora, el problema está en que el tema se encuentra en medio de una polémica de clases, de sectores, de libres interpretaciones, y sobre todo rodeado de estigmas sociales; al final está la mujer, quien es la que terminará siendo beneficiada o perjudicada por las opiniones y aprobación de los demás.
No se trata de estar a favor o en contra del aborto, sino de estar en solidaridad con las mujeres y su decisión. Aterrizar un concepto humanista al derecho penal o a la aplicación de la ley, cuando así sea el caso, es lo que se debería de estar analizando y dirimiendo, pues la primera y última palabra deberá ser siempre de las mujeres sobre su vida y su cuerpo.
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