LA HABANA, Cuba. – Hubo marcha LGBTI+, fue espontánea y se envió un mensaje fuerte y claro a quienes, con mucha mala intención, pretenden manipular y subestimar el tema de minorías en Cuba, incluso fomentar la desmemoria y saltar olímpicamente por sobre derechos humanos fundamentales, en apariencias con el apoyo de los mismos grupos que marginan.
Desesperados por lograr el control que creían tener sobre una comunidad que si bien estaría dispuesta a perdonar no olvida los excesos cometidos, y que aún se cometen en su contra, en los últimos días el gobierno cubano apeló a intimidaciones, uso de fuerza policial, difamaciones groseras, acoso en las redes sociales, oleada de mentiras sobre el verdadero motivo de la suspensión de la llamada “conga” por la diversidad sexual del Cenesex, una institución oficialista que ha terminado por revelarse como lo que en verdad ha sido durante toda una década, parte de una estrategia política para impedir el surgimiento de una organización independiente del Estado y que funcione como grupo de presión y no como ese “sindicato de mentiritas”, para colmo “administrado” desde el Ministerio de Salud Pública, lo cual es ofensivo, burlesco, retrógrado en tanto rezago de un época en que cualquier otra variante “no tradicional” de lo sexual era vista como patología y, en el caso específico de Cuba, como una “desviación”, un “retorcimiento” y una “conducta impropia”, en aras de la construcción del “hombre nuevo”.
A esos tiempos continúan amarrados los mismos que hoy aspiran a someter a una enrarecida “consulta pública” la posibilidad de aprobar la igualdad de derechos para TODOS, una palabra muy mal definida en el vocabulario del régimen cubano, a gusto con las exclusiones, lo cual es verificable en el tratamiento a muchos vocablos, sobre todo los referido a otras comunidades postergadas y manipuladas, como lo es la de cubanos en el exilio o que han decidido hacer su vida en el extranjero como solución a la imposibilidad de una realización individual, personalísima y descomprometida con ideologías políticas impuestas por la fuerza.
La marginación de grupos sociales, la estigmatización junto a la descalificación y hasta la criminalización y la muy mala fe estuvieron presentes como “método persuasivo” en la campaña del Cenesex por impedir la marcha de este 11 de mayo de 2019.
Sin embargo, entre los escasos argumentos inventados ha sobresalido el querer atribuir a “grupos y personas de Miami” lo que ha resultado, desde el Maleconazo, la más relevante manifestación masiva de disgusto e indignación convocada de manera espontánea y, parafraseando el discurso oficialista de los años 60, la “primera gran derrota” del voluntarismo y el chantaje políticos y, precisamente, ahí, en ese mismo Paseo del Prado que ha sido escenario de tanta injusticia contra “pájaros”, “locas” y “tortilleras”, palabras que aún son usadas por policías y funcionarios públicos pues no existe una ley que los obligue al respeto ni cree consciencia de igualdad.
Querer hacer pasar lo ocurrido como una protesta “artificial”, que guarda relación con el gobierno de los Estados Unidos o con grupos opositores dentro o fuera de la isla, solo busca justificar frente a la opinión pública mundial una futura oleada de represalias contra aquellas personas que, dentro del país, tuvieron una participación destacada en la manifestación y que pudieran en un futuro próximo convertirse en líderes de grupos independientes con capacidad real de convocatoria y, en consecuencia, opacar y demostrar lo innecesario de algunas “figuras” y “cuadros”, cuyos nombres vimos repudiar en la marcha y que el Partido Comunista de Cuba ha designado para “monitorear” eso que algunos ortodoxos han odiado desde sus posiciones reaccionarias y prejuiciosas.
Que los movimientos LGBTI+ independientes dentro de Cuba están siendo vistos como una amenaza se revela en ese detalle de asociarlos a una influencia exterior, sin embargo, en medio del desespero, quienes usan tal argumento olvidan que es en Miami, así como en Madrid, París, México e incluso más lejos, a donde han ido a vivir quienes más sufrieron la homofobia cuando se instaló como método y como ley, posterior al llamado “Primer Congreso de Educación y Cultura”, de 1971, o muchísimo antes, con la creación de los campos de concentración que los cubanos conocieron como UMAP, y donde se pretendía corregir mediante la humillación y el trabajo forzado, eso que los principales dirigentes en la isla señalaron siempre como dañino para la construcción del socialismo.
Es quizás en Miami, como símbolo del exilio cubano, y con todo el derecho que les asiste en tanto personas acorraladas por el odio instituido, donde más razones existen para exigir inclusión, igualdad, justicia e incluso a apoyar desde afuera cualquier acción afín a sus anhelos como grupo.
Si bien es cierto que los años de mayor represión contra homosexuales en la isla coincidía con una época de homofobia en otros lugares del mundo, fue en Cuba donde muchos vieron transformarse el odio en ley y castigo.
Maestros y alumnos fueron expulsados de las escuelas y universidades; escritores, artistas, científicos, atletas y hasta obreros tuvieron que abandonar sus empleos y profesiones; cientos de militares y miembros del Partido Comunistas sufrieron el escarnio público en asambleas donde se mostraban grabaciones privadas como pruebas de haber cometido “crímenes aberrados”; miles de jóvenes fueron conducidos al suicidio mediante la burla y algunos otros, como quien suscribe estas líneas, debieron llevar por mucho tiempo una “mancha” en el expediente escolar debido a su carácter “afeminado”.
No se trata de cosas que han quedado en el pasado ni tampoco congelarnos a la espera de una disculpa que no llegará jamás, es un asunto que trasciende hasta el aquí, ahora, y su más trágica expresión son miles y miles de familias fracturadas, más ese exilio, jamás económico (una definición que intenta disminuir la verdadera dimensión de su crueldad), del que muy poco se habla y que hace retornar a más de uno al castigo físico de largas jornadas agrícolas, a los días en la Embajada del Perú en que eran comparados con gusanos y escoria o al momento en que le decían “NO, usted no puede trabajar aquí”, “usted NO puede entrar”, “usted NO representa al hombre nuevo”, “usted NO es confiable”, “porque alguien que traiciona a su propio sexo puede traicionar a la revolución”.
De modo que no importa desde dónde fue convocada la marcha ni qué fines perseguía, TODOS, absolutamente todos los cubanos, vivamos donde vivamos y pensemos como pensemos, estamos en nuestro derecho muy individual de expresar lo que pensamos, y mucho más cuando se trata de reclamar justicia y de poner las cosas donde deben estar, sin pedir permiso ni congraciarnos con el poder.
El asunto es que se hizo la marcha y fue la muestra de inconformidad más rotunda en muchos años de silencio e indolencia, aparentes. Pero si alguien aún persiste en indagar dónde se originó la protesta de hace unas horas, pudiéramos contestar ironizando junto a Lope de Vega: “Fuenteovejuna, señor”.