Las campañas electorales tienen mucho más de relato comercial que de realidad. Tienen un propósito que es el de la venta, o mejor dicho, la compra del voto.
Los gurús del mensaje deberían de apelar más a la creatividad. Aburridos estamos de apelar siempre, sobre todo a los valencianos, a viejos fantasmas tanto desde la derecha como de la izquierda. El catalanismo por parte de unos, como por la amenaza de la ultraderecha por parte de los otros, y como siempre dejando la casa, la de todos los valencianos, sin barrer. Sin propuestas de avance en el puerto, sin obtener grandes inversores para nuestra ciudad o con un retraso memorable a la carta de capitalidad para la tercera ciudad de España.
Por eso me suena curioso cuando candidatos apelan a que si ellos salen elegidos volverán a llevar a la ciudad a sus cotas más altas de “gloria” sin ninguna medida concreta detrás de tal empeño celestial.
Otro de los candidatos con más papeletas a ser la fuerza más votada de la ciudad desperdició una de las entrevistas centrales que suelen hacer los medios para solo hablar de miedos externos y amenazas de los partidos rivales ideológicos e incluso llegando a calificar a sus rivales en las urnas y cerrando cualquier tipo de acuerdo de gobierno con cerca del cincuenta por ciento de los representantes políticos de la ciudad.
Mal vamos cuando estamos enfrascados en políticas de bloques. Los partidos que se les llena la boca ahora mismo de hablar, u ocupar el centro, ante los bandazos que les han producido las estrategias erróneas, pero por otra parte no son capaces de sentarse a hablar o negociar con todas las opciones políticas con representación.
Prima más el resentimiento que el bien común. ¿No serían viables, ante las amenazas de populismos, pactos entre socialistas y populares? Parece que no, queridos lectores, pero durante estos días nos darán lecciones de moralina electoral.
Estas formas de hacer política de bloques, o de bloqueo, tan solo produce desafección o fugas hacia propuestas que los reciben por desarraigo o agotamiento. Después de elecciones, y tras la reválida obtenida por las distintas opciones, hablaremos de liderazgos “default”, legislaturas pérdidas y nuevos proyectos que nacen desde bajo hacia arriba.
La «realpolitik» debe de volver a ganar el peso que le corresponde. Mientras tanto esperaremos al 26M.
