No es de algodón y por dentro no está llena de gotitas de agua. Es más, ni siquiera está en el cielo. Está anclada en la tierra y compuesta por miles de ordenadores conectados entre sí. La nube - ese lugar etéreo del que todo el mundo habla - es material, se puede ver y tocar. Por dentro no es más que cientos de estanterías, todas del tamaño de una nevera, repletas de poderosos servidores por donde fluyen millones de datos las 24 horas del día. "Estas son las entrañas de algunas de las mayores empresas que operan en España", dice Santiago Escudero, responsable de operaciones técnicas en Acens, mientras recorre los pasillos de este centro de datos que pertenece a Telefónica.