Si algo pone en riesgo la permanencia en el poder de un grupo no son tanto las fuerzas antagónicas como su propio desempeño.
Para muestra, habría tantos botones como en la cabina de un Boeing 777, pero a la mano tenemos el caso del Partido Popular en España que fue su propio sepulturero, víctima de su corrupción y el consecuente descrédito y rechazo social; o el del PAN Jalisco que se hundió entre sus mismas miserias.
Pero la historia es amante de la repetición y hoy vemos a quienes pregonaban honestidad y buenas costumbres hacer exactamente lo mismo que antes denunciaron pero con más descaro, autocomplaciéndose con su cuento redentor y de inmaculada impunidad.
¡Oh, tempora, oh mores! Pocos habrán de recordar que bastó una investigación periodística de quienes fundaron al abuelo de este diario para desenmarañar la trama de corrupción del entonces flamante alcalde de Zapopan, Daniel Iriarte, quien con una mano se vendía y con la otra se cobraba, para que su propio partido le exigiera separarse del cargo de inmediato y sin chistar.
Y eso que fueron apenas unos caramelos, comparados con lo que últimamente se ha denunciado sobre compras amañadas, contratos a modo y tráfico de influencias en este estado.
Aunque ahora, el cinismo y la desfachatez prevalezcan, la historia se cuenta sola y deja asomar un mismo final: el fracaso de un proyecto político en el que muchos creyeron y hoy se tira por la borda de la ambición y la sinvergüenzada.
Exceso de confianza de una plebe empoderada y carencia de una sociedad que se respete y les pare el alto.