En el día después, sin tiempo para haberla visto en vídeo ni leído en las crónicas, Pablo Aguado conserva en estado puro las emociones que vivió la tarde de sus cuatro orejas en la Maestranza, que muchos ya consideran parte de la historia de esta plaza. Pero más allá de la euforia el diestro nunca abandona su constante autoexigencia, aunque en estos casos cueste especialmente: «Cuando vea el vídeo seguramente me saque defectos, porque los toreros nunca estamos plenamente satisfechos con lo que hacemos. En cuanto a emociones se puede acercar mucho a la tarde perfecta», reconoce alegre el sevillano. A pesar de haber conseguido un número de trofeos al alcance de muy pocos el espada también huye del resultadismo: «Los sueños van más allá de los números y las estadísticas. Me quedo con las caras de emoción y llanto que provoqué ayer». «Tuve una sensación interior plena, sentí que controlaba el ritmo de cada muletazo, de cada embestida, de principio a fin», apunta Aguado sobre su primer toro. En cambio la segunda la describe como una faena más basada en el poder y la entrega. Aunque todos los medios le ensalzan como el gran protagonista de una tarde que quedará en el recuerdo de todo aficionado, el torero sevillano valora igual la labor de sus dos compañeros y las virtudes de los toros de Jandilla: «Fue un cúmulo de circunstancia idóneas, los tres estuvimos a la altura de una gran corrida. Ya sueño con la posibilidad de que un toro me vuelva a embestir así». También reconoce que un triunfo en una tarde como esa, junto a dos figuras como Morante de La Puebla y Roca Rey y un ambiente inigualable de «No hay billetes» sabe de una forma especial, «pero no solo por el factor competitivo sino por la dimensión que cobra la hazaña». Pero incluso en esta atmósfera de corrida excepcional, en su casa, con su gente y en Feria de abril, el miedo también está ahí. A todo, al toro y a la presión: «Cuando monté la espada para matar al segundo fui consciente de que estaba rozando la Puerta del Príncipe con los dedos, pero inmediatamente borré ese pensamiento de mi cabeza. No podía caer en el error de pensar en el triunfo antes de lograrlo». Incluso cuando se crea la magia de que lo casi imposible parezca asequible : «Cuando más despacio toreas más cerca sientes el peligro».
Su modestia no impidió que ayer su nombre ocupase todos los titulares, en los que se le presenta como el nuevo «torero de Sevilla». Sin embargo, su profundo respeto y admiración hacia Morante de La Puebla le impide catalogarse como tal: «Sigo viendo igual de lejos que hace tres días poder reemplazar su hueco algún día, porque no solo se trata de ocupar su toreo o su espacio en el cartel, sino también su trayectoria. Esa meta no está en mi cabeza».
Incalculable es la euforia que el torero siente ahora, cuando conoce el triunfo pero también la frustración de estar cuatro meses parado tras cortar una oreja en Sevilla. Nadie llamó. Por todo esto ayer no dudó en celebrar el triunfo con «la familia y los amigos que siempre estuvieron ahí cuando las cosas no estaban tan claras».
Ahora Pablo Aguado ya está concentrado en su próxima cita, Las Ventas, el próximo 18 de mayo, lugar al que regresará el 16 del siguiente mes para cerrar San Isidro. En Sevilla se ha despojado del apellido «revelación» y en Madrid ya se le espera. Y él lo sabe.