Europa se encuentra al final de un ciclo político. Los sismógrafos de los expertos detectan movimientos de placas tectónicas ideológicas que desplazan a los partidos tradicionales y las europeas del 26 de mayo serán las primeras elecciones en las que las que no se votará por una política de uno u otro signo, sino entre partidos populistas, tanto de derechas como de izquierdas, y liberales. Un estudio publicado en Alemania por Der Spiegel, basado en datos del Banco de Datos Electorales, de Partidos y Formaciones de Gobiernos del Mundo de la Universidad de Bremen y valoraciones sobre populismo del Instituto de Investigación de Ciencias Sociales de Amsterdam, muestra claramente el equilibrio de fuerzas entre los partidos antisistema y los partidos del sistema, por utilizar otra terminología, porque la primera dificultad para realizar la radiografía del populismo en Europa reside precisamente en los conceptos.
«Hay dos grandes líneas», dice Ruth Wodak, experta en populismo de la Universidad de Lancaster, «el de derecha, que prevalece en el norte y centro de Europa y que ataca a las élites en cuestiones nacionalistas o muy conservadoras, y el de izquierda, más presente en el sur, que se centra en el capitalismo y la globalización cuando critica al establishment y los culpa de las consecuencias de la crisis. El estudio, que combina resultados nacionales con los regionales y municipales, detecta además un populismo de centro, muy extendido en los países del Este y Sureste de Europa como Bulgaria, Lituania e Italia, donde partidos tradicionalmente liberales han sucumbido a las características del pensamiento populista: la defensa retórica de un pueblo teóricamente virtuoso cuya voluntad interpreta el partido, el anclaje mítico a un momento pasado e idealizado, la crítica radical a la democracia representativa sin presentar alternativas y la incapacidad de consenso con otros partidos; el rechazo de la división tradicional entre izquierda y derecha en favor de una vertical arriba/abajo; y la identificación de un enemigo sobre el que focalizan la culpa. Lo que muestra el estudio es una creciente aceptación de estas características en todo el arco ideológico.
En el área sur, en la que se encuentra España, el nuevo mapa muestra el predominio del populismo de izquierda. En Grecia, Syriza desde 2015. En Portugal, la coalición comunista-verde CDU y el marxista Bloco de Esquerda, que han estado representados durante las últimas dos décadas en el parlamento. En España, Podemos desde 2014. Italia es sin duda el país donde el populismo cobra las formas más diversas, con la Lega Nord a la derecha, un populismo de centro de larga tradición que cuaja en «Pueblo de la Libertad» de Silvio Berlusconi (anteriormente Forza Italia), y el movimiento Cinco Estrellas durante dos períodos electorales. Los autores del estudio consideran al partido español Vox dentro de la definición populista y su resultado en las últimas elecciones supondría, según este discurso, una anomalía en el entorno.
En el caso alemán, el partido Alternativa para Alemania (AfD) está ya presente en el Bundestag con 91 diputados de un total de 709 y un pronóstico de voto del 10% para las elecciones europeas, es el perfecto exponente de formación política por encima de las izquierdas y las derechas, con un programa de corte conservador en los ámbitos de inmigración y política familiar, al tiempo que de corte socialista en materia económica y de asuntos sociales.
«El populismo ha encontrado su perfecta vía de expansión en las redes sociales, en las que priman las emociones sobre las reflexiones, y está creciendo en paralelo a la desaparición de los partidos tradicionales de izquierda», señala la politóloga de la Universidad de Zurich Sarah Engler, «en ese contexto los populistas se alimentan del voto de quienes no se benefician de la apertura económica y cultural y, especialmente en el sur de Europa, de votantes asqueados por los escándalos de corrupción y de los perdedores de la globalización». En el caso del separatismo catalán, el populismo llega por una «crisis de representación» y, en todos los casos, el fenómeno Trump está ejerciendo su efecto.
«La permanencia en el tiempo de estos partidos dependerá de cómo reaccionen los tradicionales ante la dilución de su poder», prevé Philippe Marliere, experto en política europea del University College London, «en este final de un largo ciclo político los partidos mayoritarios se han vuelto tan impopulares porque sus políticas están siendo rechazadas porque no responden a nuevas realidades y eso crea el vacío en el que los populistas pueden intervenir, de manera que o se actualizan debidamente o desaparecerán». «Es un reto muy serio», advierte, «en países como Francia, Alemania, España e Italia».
«El populismo es útil porque muestra una brecha de representación, una deficiencia de la democracia y una señal de alarma»
En el conjunto europeo, el número de ciudadanos con gobiernos populistas o de coalición con al menos un partido populista en el gabinete de ministros ha aumentado desde los 12,5 millones a 170 millones de la actualidad, tomando como punto de inflexión los ataques terroristas del 11 de septiembre de 2001, que dieron inicio a un nuevo sentimiento de inseguridad. Los expertos observan ahora con atención el efecto que el Brexit puede acabar teniendo sobre este fenómeno ascendente. «En la medida en que el populismo británico antieuropeo ha metido al país en una ratonera, en la medida en que se comprueba a dónde lleva realmente votar consignas populistas, electorado deseará menos jugar con fuego político y los votantes se lo pensarán dos veces en todo el continente», reflexiona Engler, «pero lo que ya es irreversible es que temas que antes eran prácticamente innombrables, como la salida de Europa o la expulsión de inmigrantes, sigan sobre la mesa y formen parte de la agenda política, al menos durante un tiempo». “Seguramente lo más peligroso para la democracia europea no son los partidos populistas en sí, sino la medida en que el resto de partidos se deja contagiar de su retórica y de un discurso de enfrentamiento que daña la raíz de una sociedad democrática”, advierte Jan-Werner Müller, profesor de Teoría Política en Princeton.
«Es un error escandalizarse y estigmatizar el populismo», rebate Ralf Schuler, autor del éxito de ventas en Alemania «Lasst uns populisten sien» (Dejadnos ser populistas). «Debemos admitir que el populismo es la especia y el ingrediente básico de la política. Todos políticos dicen representar a la gente y solo se vuelve problemático donde, por razones tácticas, se hacen promesas insostenibles y se promocionan soluciones demasiado fáciles para problemas demasiado complejos. Pero esto también se aplica a las promesas irresponsables de los partidos tradicionales, a sus mentiras de campaña electoral», defiende, «el populismo es útil porque muestra una brecha de representación, una deficiencia de la democracia y una señal de alarma».