El expresidente busca mantener la tensión desde el exterior ante la hegemonía electoral de ERC
La tercera muerte política de Carles Puigdemont llegó para algunos la noche del pasado domingo tras los resultados de las generales. Resucitado tras los vaticinios que certificaban su defunción de la vida pública después de sendos arrestos, en Bélgica primero y en Alemania más tarde, el expresidente catalán, relegado a la cuarta plaza con la mitad de votos que ERC e irrelevante para la configuración del nuevo Gobierno, se encontró con que los votantes habían escrito, en su ausencia, el primer párrafo de un obituario político que todavía confía en borrar.