Presidente Andrés Manuel López Obrador: la salud hay que fortalecerla: antier se manifestaron pacientes que padecen VIH/sida por la falta de retrovirales en los hospitales públicos.
Un amigo acudió al hospital Manuel Gea González ante la urgencia de una intervención de vesícula, lo hicieron esperar varios días ante la falta de condiciones de las salas para operarlo, poniendo en riesgo su vida.
Institutos como el de Cancerología, Cardiología, Nutrición, otrora orgullo de los mexicanos, sufren hoy un recorte presupuestal sin precedente, cuando su función ha sido atender a los que no pueden pagar los altos costos de hospitales privados.
Por estos días me reuní con presidentes municipales de mi estado y todos coincidían que los servicios de salud en sus municipios están pasando por una de las peores crisis de su historia ante la falta de medicamentos y personal calificado.
Nos conforta la noticia de que la Secretaría de Salud vendría a Acapulco como parte de la descentralización; han transcurrido seis meses y no hay una sola señal para llevar a cabo dicho proceso. ¿Qué está pasando?
Por otra parte, la concentración de todas las licitaciones por conducto de la Oficialía Mayor de la Secretaría de Hacienda se ha convertido en un verdadero cuello de botella.
Los gobiernos que se precian de ser de izquierda lo primero que atienden es la salud de sus habitantes; de verdad presidente López Obrador, la salud no puede esperar.
¿Sabe usted cuántos mexicanos mueren como consecuencia de la diabetes porque no tienen recursos para ser atendidos en las costosas clínicas de hemodiálisis?
Ojalá usted decida construir las primeras clínicas de hemodiálisis gratuitas y un programa efectivo para el combate a la obesidad desde la niñez.
Si usted cancela alguno de grandes proyectos anunciados (algunos cuestionados) y los dedica a la salud pasará como uno de los mejores presidentes de nuestra historia.
Cuidemos a los vivos, y a los muertos hay que dejarlos descansar.
Del anecdotario:
Aquella vez recibí la llamada del entonces secretario de Gobernación, Emilio Chuayffet. Era marzo de 1996.
–Ángel, necesito que te vengas con urgencia a Ciudad de México.
–¿De qué se trata, secretario?
–Acá te lo digo... nos vemos a las 6 de la tarde en mi oficina.
–Lo primero que me dije fue: –seguramente le van a pedir al licenciado Rubén Figueroa que deje el gobierno ante los acontecimientos trágicos de Aguas Blancas… y así fue.
–Llegué puntual a mi cita.
–Me pasaron de inmediato.
–Buenas tardes secretario… le dije.
–Pásale, Ángel.
–Sin tanto protocolo, Emilio me explicó que no había condiciones para que el gobernador Figueroa continuara.
Por mi mente pasaron varios nombres: Píndaro Urióstegui, Guadalupe Gómez Maganda, Rogelio de la O y Porfirio Camarena, entre otros… Seguramente uno de ellos será, me dije en silencio.
–¿Y en quién están pensando? –pregunté.
–En ti –me respondió.
–¿Cómo?
–Sí, tú puedes conciliar a todas las expresiones políticas de tu estado.
Y es que efectivamente, yo había colaborado muy de cerca con Alejandro Cervantes Delgado, José Francisco Ruiz Massieu y con el propio Rubén Figueroa, como dirigente estatal del PRI, que evidentemente veía con simpatía la propuesta.
Me quedé pensativo.
–¿O qué?, ¿no te gustaría ser gobernador de tu estado?
–Desde luego, pero nunca pensé que en esta circunstancia.
Tomó el famoso “teléfono rojo” y me comunicó con el presidente Ernesto Zedillo.
–Hola Ángel, muchas felicidades gobernador, soltó.
–Gracias Presidente –contesté.
–Nos vemos en una semana en tu estado. Sé que lo harás muy bien.
–Le agradezco, Presidente.
La política es así....
* EX GOBERNADOR DE GUERRERO
