«Es falso que haya tres derechas. En España solo hay un partido de centroderecha: el PP. Otro de extrema derecha, Vox, y otro socialdemócrata, Ciudadanos, disfrazado de liberal». Con estas palabras que pronunció el presidente del PP, Pablo Casado, tras el comité ejecutivo nacional del martes, los populares pasaron a la carga y se distanciaron de la formación de Santiago Abascal, a la que sitúan en el mismo espectro político que otros partidos de nuestro entorno.
La Vieja Europa, que hace décadas fue testigo de una atroz guerra para frenar el avance del nazismo y el fascismo, observa cómo las fuerzas de extrema derecha emergen y toman las instituciones con una retórica agresiva y beligerante. La fragmentación del electorado es evidente. Hasta el pasado domingo, España era la excepción entre los grandes países europeos, situación que ha cambiado con el resultado electoral de las elecciones del 28 de abril: el partido que preside Santiago Abascal logró 24 escaños y 2,7 millones de votos, que representan el 6,9% del apoyo electoral. Se trata de un resultado nada desdeñable, aunque muy inferior al que esperaban sus líderes, que fantasearon con alcanzar entre 60 y 70 escaños. Si comparamos su resultado con el que obtuvieron el resto de la formaciones europeas cuando irrumpieron en sus parlamentos nacionales, la realidad es que Vox llega con menor impacto que sus partidos hermanos.