Alaphilippe ha encontrado su terreno en las clásicas de las Ardenas. El terreno que antes dominaba Alejandro Valverde es ahora el del francés. Ganó la Flecha el año pasado y repite ahora. El muro de Huy, la rampa que decide la carrera, parece hecho a su medida igual que antes parecía a la medida del murciano. Pero Alaphilippe está más fuerte que nadie.
Llevaba en la mochila, además, la frustración por la derrota del domingo en la Amstel Gold Race. Tenía la carrera ganada, pero por vigilar en exceso a Fulgsang acabó entregándosela a Van der Poel. Fulgsang fue precisamente el último que lo aguantó, con su rueda soldada a la del francés desde que lo superó en los últimos tramos de subida. El danés es más resistente, pero Alaphilippe es más rápido.
Cuando Enric Mas asumió el mando del grupo en los últimos kilómetros ya avisaba de que las piernas de Alaphilippe estaban preparadas para ganar de nuevo la Flecha Valona. Valverde, por si acaso, no se despegaba de él en los primeros tramos del muro de Huy. Pero Alejandro se quedó fuera de la pelea demasiado pronto. Ni siquiera estuvo entre los diez primero. Las piernas no le responden igual cuando ya sabe que no va a poder ganar. Su equipo confiaba en él, trabajó durante varios kilómetros, pero ya no puede competir con Alaphilippe en carreras como ésta. El francés tiene todavía el hambre del ciclista al que le queda mucho por ganar. Y compañeros como Enric Mas que le facilitan el trabajo. Por eso se abrazaban al cruzar la meta. Como la ilusión de la primera vez.
