El municipio de Epazoyucan cuenta con un bello convento que pasa desapercibido por la comunidad, pero que guarda una gran riqueza histórica y arquitectónica digna de ser visitada.
“Nunca he entrado al convento”, asegura Margarita López, una mujer de 40 años, quien ha vivido por más de 20 en este lugar y que actualmente vende tamales y atole frente a las bardas que resguardan este sitio.
Saraí Arellano Herrera, asesora educativa del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), asegura que son pocos los pobladores que visitan el lugar, “casi de aquí no vienen y eso que los domingos son gratuitos”, señala la cuidadora de este inmueble, quien admite que los que más llegan a visitar el sitio histórico, son los turistas nacionales e internacionales.
Frente a la presidencia municipal, a unos metros de la entrada al municipio, se levanta una barda de piedra, que comunica al Ex Convento por dos puertas, la principal que cuenta con dos escalinatas que se unen en un descanso y abre el camino hacia el convento que se levanta en tres niveles distintos.
“Es un terraplén que se edificó con restos de un centro ceremonial prehispánico y ahí se aprecian ciertos vestigios”, indica Saraí, quien se asoma por las escalinatas principales para mostrar las piedras que fueron parte de este lugar sagrado prehispánico.
“Ya luego viene el atrio, y en cada esquina hay pequeñas capillas donde se les daba la evangelización a los indígenas, porque no entraban a la iglesia, y así podían tener grupos en cada esquina”, continúa Saraí.
El camino hacia el templo está enmarcado por pequeños pinos verdes que sobreviven al árido paisaje que hace aún más bello el lugar.
En el atrio, se ubican algunas tumbas que tienes más de 100 años de existencia, “porque no vinieron a sacarlos y se quedaron ahí”, expresa la joven.
Para entrar al ex Convento de San Andrés Apóstol, es necesario pasar por unos caminos de lámina que fueron colocados para tener acceso directo a éste, a un costado de la Iglesia, y los arcos que dan la bienvenida a la entrada, donde los turistas se registran y deben pagar 45 pesos por la entrada a este lugar.
El claustro está conformado por dos pisos y desde la entrada se aprecian los arcos de cantera y en el pequeño patio central, se ubica una fuente octagonal en la que los rayos del sol se reflejan para dar luz a los pasillos que enmarcan el jardín.
En la parte baja y alta de este lugar, se asoman algunas imágenes pintadas en la pared, entre ellas pasajes del Nuevo Testamento, la Última Cena y la Crucifixión, además de pinturas de frailes que datan del siglo XVI.
Para Saraí, una de las atracciones más buscadas por los visitantes es la Dama momificada, “y se cree que fue una mujer de caridad, que por sus buenas acciones fue sepultada en el lugar”, y fue hallada durante la remodelación del piso de la Iglesia.
“Su vestimenta es una especia de hábito de la orden carmelita y tiene un ramo de laurel en sus pies”, platica.
La entrada de la iglesia impresiona con la altura y el enorme envigado de madera que sostiene el coro, “uno de los pocos alfarjes del siglo XVI que se conserva en el país”, según se lee en el folleto informativo que proporcionan del convento, que agrega que “las vigas tienen 12.50 metros de luz y las tornapuntas que las sostienen se encuentran colocadas en un ángulo de 60 grados”, y se conservan relieves de querubines y flores en las vigas.
El piso es de madera, y las bancas alineadas dan paso al templo principal donde hay una figura de San Andrés Apóstol, de lado derecho un Cristo y de lado izquierdo, la imagen de la Virgen de Guadalupe.
Este sitio abre sus puertas de martes a domingo de 9:00 a 17:00 horas y están exentos de pago estudiantes y personas de la tercera edad. Los domingos es entrada libre.