Los números, tan importantes en el fútbol moderno, son elocuentes. Jamás en la historia de la Champions, PSG o Manchester City han sido capaces de llegar a una final. Tampoco de meterse entre los cuatro mejores de Europa. Solo el equipo británico alcanzó esta ronda en una ocasión, aunque como si no lo hubiera hecho.
Fue en 2016, con Pellegrini en el banquillo. El Madrid de Zidane, que acabaría levantando la Undécima en Milán, le eliminó en un cruce donde los ingleses no fueron capaces de hacer ni un solo gol en los 180 minutos y dejaron una imagen impropia de un semifinalista de Champions, algo que no sucede ahora con Guardiola pero el resultado final es incluso más pobre. Con Pep en el banquillo, octavos en 2017, cuartos en 2018 y otra vez cuartos este año tras una inversión de 213 millones el primer curso, 318 el segundo y 77 el tercero, para un total de 608 millones de gasto, insuficiente para pelear por una orejona que según Guardiola no es prioridad en su lista de objetivos: «A mí no me contrataron para ganar la Champions, sino para que este equipo juegue como lo lleva haciendo los últimos veinte meses». Se ha tomado demasiado a pecho su creencia el entrenador catalán, que a pesar de tener por castigo los millones de la realeza emiratí, no le da para competir en Europa cuando toca jugarse el bigote.
El caso del PSG, el otro nuevo rico del fútbol moderno, es una fotocopia al del City. Los petrodólares han sido y son motivo de investigación por parte de la UEFA y de recelo por el resto de los grandes clubes de Europa, pero mientras en los despachos el club francés, comprado por Qatar Investment Authority en 2011, logra esquivar todas las curvas para continuar con su despilfarro verano tras verano, en el verde los millones no le dan ganancias. Su involución en la Champions no parece tener fin. No participó en 2012, no pasó de cuartos de final en 2013, 2014, 2015, 2016 y 2017, año de la histórica humillación en el Camp Nou (6-1 tras haber ganado 4-0 en París) y no superó los octavos en 2018 ni 2019. Los 220 millones de euros por Neymar o los 180 por Kylian Mbappé no han servido al club galo para convertirse en un aspirante con mayúsculas para la Champions, una competición tan bonita y a la vez tan complicada de ganar que no entiende de clubes estados y dopajes financieros. Al final, la pureza y la esencia del fútbol en un formato único es lo que acaba haciendo de la Champions el torneo de clubes más importante del planeta y, en ese escenario, que se te caigan los billetes de quinientos euros de los bolsillos no te garantiza nada, pero sí que pone el peligro el ecosistema del fútbol.
Ahí es donde aparece la figura de Javier Tebas, en una de sus mayores cruzadas como dirigente de la Liga. El mandatario cree que más temprano que tarde estos equipos, ganen o no la Champions, harán saltar por los aires las cuentas del fútbol, y su insistencia en acabar con la inyección económica que reciben PSG y City, por parte de Qatar y Emiratos Árabes Unido s, respectivamente, no es un aviso caprichoso. Para Tebas, es inadmisible que la propia UEFA haga la vista gorda antes clubes que no cumplen el «fair play financiero» y ya ha dejado caer en más de una ocasión que si no entra a fondo en este asunto será el mismo a través de la Liga quien denuncie ante la Unión Europea «si siguen haciendo "dumping" y creando distorsión en el fútbol europeo como empresas Estado».
Quienes no desvirtúan el fútbol ni la Champions son los semifinalistas de la actual edición del torneo. El pase del Ajax y del Tottenham ha sacado la sonrisa de todos los amantes del fútbol, felices de ver entre los cuatro mejores equipos de Europa a dos clubes modelo y en las antípodas del despilfarro actual. Si echamos números, el pasado verano los holandeses se gastaron apenas 40 millones de euros en fichajes y los de Pocchettino cero, y ahí están ambos equipos cara a cara por un puesto en la final del Wanda del sábado 1 de junio.
El Ajax, con el equipo más joven del torneo, tienes las piernas y la mente más rápidas a pesar de los nueve meses de paliza que lleva encima. Los de Ten Hag lograron superar tres fases previas, codearse con el Bayern por el primer puesto de su grupo, golear al Madrid en el Bernabéu en octavos y remontarle a la Juventus de Cristiano en Turín en la ronda de cuartos. Y el Tottenham, jugando sin ninguna cara nueva desde hace casi dos años, con el presupuesto al límite por la construcción del nuevo White Hart Lane, se metió en los cruces en un grupo donde también estaban Barcelona e Inter de Milán, echó al Dortmund en octavos y al City en cuartos, y en ambos casos sin su gran estrella, Harry Kane. El fútbol sigue teniendo más poder que los millones.