Jeanne Louise Calment nació el 21 de febrero de 1875 y falleció el 4 de agosto de 1997 en Arlés (Francia). 122 años y 164 días. Es la persona documentada más longeva de la historia. Pero una investigación del matemático ruso Nikolay Zak, junto a un artículo de Yuri Deigin, empresario relacionado con la biotecnología y las terapias antienvejecimiento, ponen en duda la veracidad de una edad tan sorprendente como estudiada.
Zak, en su trabajo, cuestiona la validez del historial de Calment: «Revelo múltiples contradicciones en sus entrevistas, biografías, fotos y documentos. Sugiero una explicación de estas discrepancias basada en la hipótesis de que la hija de Jeanne, Yvonne, adquirió la identidad de su madre después de su muerte para evitar pagar el impuesto de sucesiones y que la muerte de Jeanne Calment fue reportada por su familia como la muerte de Yvonne en 1934», explica.
Por ejemplo, el matemático pone en duda la altura de la mujer, que con 57 años medía 152 cm. En revisiones posteriores, ya con 114 años, su altura era de 150 cm. «En casi 60 años solo ha perdido dos centímetros de altura, lo que no es consistente con la dinámica observada», dice Zak, señalando estudios que estiman la pérdida de estatura relacionada con la edad debido, por ejemplo, a la osteoporosis, en 8-10 cm. A este supuesto añade que «la joven Yvonne era más alta que Jeanne», tratando de refutar la hipótesis más polémica de su estudio.
Según Nikolay Zak, Yvonne Calment, hija de Jeanne que vivió entre 1898 y 1934, suplantó a su madre para evitar pagar el elevado impuesto de sucesiones, lo que implicaría que fue Yvonne Calment quien falleció en el año 1997 (con 99 años) y no Jeanne Calment, que lo habría hecho en 1934.
Un artículo en Medium de Yuri Deigin, CEO de Youthereum Genetics, acompaña a la investigación de Zak con un contundente mensaje acusatorio: «Por qué el récord de longevidad de Jeanne Calment puede ser falso». Para ello, entre otros argumentos, compara fotografías de madre e hija en distintos periodos, señalando rasgos que, con el paso de los años, parecían ser más propios de Yvonne que de Jeanne.
Para Deigin, la imagen de la derecha, atribuida a Jeanne Calment, es clave para diferenciar a ambas, ya que muestra como barbilla, cuello o mandíbula inferior son similares a la imagen atribuida a una joven Yvonne Calment (izquierda).
Estas conclusiones han sido rápidamente discutidas por uno de los, seguramente, mayores conocedores de la vida de Jeanne Calment, el gerontólogo y covalidador de la longevidad de Calment Jean-Marie Robine. En declaraciones a Le Parisien, Robine calificaba de «inestable» y de no basarse «en nada» dichas argumentaciones.
«Nunca antes se había hecho tanto para probar la edad de una persona. Nunca encontramos nada que nos permitiera sospechar de su edad. Teníamos acceso a información que sólo ella podía saber, como los nombres de sus profesores de matemáticas o de las criadas que pasaban por el edificio. Se le hicieron preguntas sobre estos temas. O no lo recordaba o respondía bien. Su hija no podía saberlo».
En la década de los 90, Robine y el también gerontólogo Michel Allard se encargaron de validar la vida de Calment a través de declaraciones simples y verificables, como la identidad de sus padres, detalles sobre el apartamento en el que vivió casi toda su vida o el nombre de una de sus sirvientas.
Robine, que asegura que nunca ha tenido dudas sobre la veracidad de los documentos, apela también a la imposibilidad del supuesto engaño debido a que la familia Calment era habitual de los clubes de clase alta de Arlés. «¿Te imaginas a cuánta gente habrían mentido? ¿De la noche a la mañana, Fernand Calment [el marido de Jeanne] habría hecho que su hija se pareciera a su esposa y todo el mundo habría permanecido en silencio? Es absurdo».
Para Michel Vauzelle, alcalde de Arlés en el momento en que falleció Jeanne, la teoría es «completamente ridícula e imposible», ya que la mujer fue monitorizada por varios médicos, tal y como recoge CBS News.
Pese a que, como ha reconocido el propio Zak, no hay pruebas «de hierro fundido», su trabajo ha generado un gran debate, llegando a plantearse la posibilidad de exhumar ambos cuerpos, los de madre e hija, para realizar pruebas de ADN.
Precisamente, el planteamiento del uso de pruebas de ADN ha generado un debate paralelo entre expertos sobre el modo en que se registran los datos de una persona. Un certificado de nacimiento y otro de defunción puede decir mucho de la vida de alguien, pero pueden contener errores que desvirtúen las estadísticas, tal y como explica el biólogo de la Universidad Nacional Australiana Saul Justin Newman en su trabajo «Errors as a primary cause of late-life mortality deceleration and plateaus».
«Lo que necesitamos es una forma de medir biológicamente la edad de una persona», explica Newman en The Verge. «Algo que no pueda ser falsificado, que no pueda ser accidentalmente intercambiado o tomado por un hermano».
Aumentar la esperanza de vida es algo que la ciencia todavía está en proceso de descubrir. La expectativa, desde el año 1900, se ha duplicado. Vivimos más, pero «si existe un límite fijo biológico, no estamos cerca aún», comentaba Elisabetta Barbi, demógrafa de la Universidad de Roma a The New York Times. En 2016, se fijó un límite máximo de edad en 115 años, pero meses después un grupo de investigadores italianos sugirió que quizá no haya ningún límite.