Al menos cuatro agentes de policía y tres civiles murieron este martes y 26 personas resultaron heridas en un ataque suicida que se llevó a cabo en la localidad de Sheij Zueid, en el norte de la península del Sinaí, al noreste de Egipto.
Según el Ministerio de Interior egipcio, la policía estaba realizando “una operación de peinado de la zona” cuando “el terrorista hizo explotar su cinturón de explosivos contra esa patrulla”, dejando como víctimas mortales dos oficiales y dos policías y, entre los civiles fallecidos, un niño de seis años. Interior ha destacado que el atacante tenía 15 años, pero no ofreció más detalles sobre su identidad.
Por su parte, la agencia de noticias Amaq, la portavoz oficial del autodenominado Estado Islámico, emitió un comunicado en el que reclamaba la autonomía del atentado y aseguraba que son 15 los agentes que murieron o fueron heridos durante la explosión. Además, Amaq detalló, a través de un breve comunicado en la red social Telegram, que entre las víctimas se encuentra el jefe de investigaciones de la comisaria de Sheij Zuedi y otros oficiales.
El atentado fue previsto a la segunda visita oficial del presidente egipcio Abdel-Fatah Al-Sisi a Estados Unidos, en la que abordaron temas como los derechos humanos, el desarrollo del gas natural en el mar Mediterráneo Oriental y los esfuerzos egipcios en apaciguar la tensión en Gaza. Tras su reunión, Trump declaró que “se habían logrado muchos avances en materia de terrorismo” con Egipto y que Al Sisi “estaba haciendo un buen trabajo”.
La zona de Sheij Zuedi es uno de los puntos más calientes de la lucha del Gobierno de Al Sisi contra la filial local egipcia del Estado Islámico, conocida como "Wilayat Sina". Esta filial empezó a ganar fuerza desde el golpe de Estado en 2013. Desde entonces, los atentados contra las fuerzas del orden son habituales y se han saldado con centenares de muertes. A pesar de que Al Sisi intenta combatir al grupo terrorista ya no solo lanzando diferentes ofensivas militares y los asesinatos extrajudiciales, sino instaurando medidas como el toque de queda, constantes cortes en las líneas telefónicas y en el suministro de Internet, está muy lejos de controlar y frenar la insurgencia terrorista en este enclave de 58.000 kilómetros cuadrados, convertido en una autentica zona de guerra.
