El más estruendoso rebuzno -con perdón para los burros- emitido hasta ahora por cierto personaje de la vida pública empecinado en reforzar su popularidad hoy con ocurrencias y mañana a punta de disparates, tuvo -sería necio regatearle el mérito- su lado bueno: generó una serie de reacciones que, en contraste con la acción original, se caracterizaron por su sensatez conceptual y su brillantez discursiva.
-II-
En efecto: salvo el partido Podemos -la excepción que confirma la regla-, que apoyó abiertamente la aberrante demanda de que el Rey de España y el Papa Francisco pidan perdón a “los pueblos originarios” por “violaciones a lo que hoy se conoce como derechos humanos” durante la Conquista, los comentarios sobre el tema han servido para poner en su lugar, en nombre del correcto discernimiento, alguna pieza que aún estuviera mal acomodada.
Por ejemplo, Mario Vargas Llosa al señalar que López -para llamarlo por su nombre- tendría que haberse dirigido ese reclamo a sí mismo “y responder por qué México, que se incorporó al mundo occidental hace 500 años y desde hace 200 disfruta de plena soberanía como país independiente, tiene todavía a tantos millones de indios marginados, pobres, ignorantes y explotados”. O el historiador Iván Vélez, al recordar que “la Conquista no dio paso a la sustitución radical de una civilización por otra, sino a un gradual proceso de mestizaje”, y que el autor del reclamo “está contaminado por una leyenda negra tan nociva para los españoles como para los mexicanos”. O Santiago Muñoz Machado, director de la Real Academia Española, al expresar que “todos los conquistadores han cometido barbaridades, (pero) ninguno hizo tanto culturalmente por los países colonizados como España”. O el también académico Luis María Ansón, al preguntar si Felipe IV debe disculparse porque sus ancestros difundieron en América el segundo idioma más hablado en el mundo y en el que escribieron Sor Juana, Borges, Rulfo, García Márquez y mil etcéteras más. O Luis García Montero, director del Instituto Cervantes, al sugerir que, si a esas vamos, “tal vez deberíamos pedirnos perdón a nosotros mismos (…) por lo que pasó en España en 1936 y en México en 1968 y en Chile en 1973”, en alusión a la Guerra Civil, la matanza de estudiantes en Tlaltelolco y el golpe de Estado de Pinochet.
-III-
Y también acierta Henry Kamen, hispanista británico, en fin, al comentar que sería mejor si los actuales gobernantes asumieran sus propias responsabilidades, en vez de buscar “chivos expiatorios de hace 500 años”… (o de los sexenios “neoliberales”).
