Quizá frío sea la palabra más adecuada para describir Praga, donde los copos de nieve susurran tras los cristales, las calles lucen blancas y grises y azuladas y las chimeneas devoran, uno tras otro, interminables troncos para combatir ese frío tan intenso. Praga es también una ciudad «llamativa, siniestra y deforme», descripción que cuadra a la perfección con el enano Jeppe Schenke.