Petróleos Mexicanos es la empresa petrolera más endeudada del mundo y la más ineficiente. Su situación actual es sumamente grave. Si el gobierno de López Obrador no implementa pronto medidas sustantivas de apoyo, existe el riesgo de que Pemex caiga en una severa crisis y que de paso arrastre al país.
La llamada empresa productiva del Estado se ha ido marchitando en las últimas décadas, víctima de una enorme carga fiscal, malos manejos y una endémica corrupción. Su producción de crudo es hoy la más baja en casi cuarenta años. Con más de 120 mil trabajadores, es la petrolera con más empleados y menor productividad. Su deuda de 107 mil millones de dólares es la más elevada en su sector en el mundo y representa casi 10% del PIB del país. Este año se estima que tenga que pagar cerca de 26 mil millones de dólares de impuestos.
No cabe duda de que AMLO heredó estos problemas, pero tampoco ha ayudado mucho a resolverlos. De entrada, frenó la reforma energética y, con ello, la inversión privada tan necesaria para explotar nuevos yacimientos y aumentar la producción. Ha prometido construir una costosísima refinería en Tabasco, un negocio con bajos márgenes y mucho menos rentable que la exploración y producción de crudo. El equipo administrativo que puso ha dejado mucho que desear.
Sí, el combate al huachicol era necesario y podría aportarle importantes ahorros a Pemex. Pero su impacto es marginal dada la magnitud del problema. Fitch bajó la nota de la deuda de la petrolera dos escalones para ubicarla a un paso de perder el grado de inversión. Hace unos días, S&P se sumó al pesimismo al cambiar su perspectiva de la deuda a negativa.
Aunque no esté de acuerdo López Obrador, la situación es alarmante. Pemex requiere de recursos significativos en el corto plazo si quiere evitar una crisis. Y dada la relación simbiótica entre la empresa y el gobierno, lo más probable es que una crisis de un lado se transfiera al otro.
El presidente ya intentó apaciguar el nerviosismo al anunciar hace un par de semanas una reducción en la carga fiscal de Pemex. La medida fracasó. Analistas la calificaron de “insuficiente” y “decepcionante”. El gobierno tiene que actuar de una manera mucho más contundente.
No la tiene nada fácil. Su campo de maniobra es muy reducido. La cobija financiera es de un tamaño fijo y no alcanza a cubrir a todos. Si el gobierno se mueve a apoyar de manera decisiva a Pemex entonces debilita sus finanzas y se expone a una reducción en la calificación de la deuda soberana. Si no lo hace, Pemex queda descubierto y enfilado a una reducción de su propia deuda.
AMLO se encuentra en una encrucijada. La desaceleración económica no ayuda en lo absoluto. Que se olvide por lo pronto de bajar el precio de la gasolina como había contemplado. Lo que tiene que hacer para empezar es reconocer la gravedad del problema. Si cae Pemex, poco tardará en contagiarse el país.