Por Jeneze Riquer. A pesar de su vocación «local», la
Estoria de España mandada componer por Alfonso el Sabio no podía pasar por alto el acontecimiento que la inteligencia medieval consideró centro y origen, horizonte y recapitulación, de la historia universal; aquel ocurrido «en el año dieciochavo» del emperador Tiberio, cuando «fue el Nuestro Señor Jesucristo puesto en la Cruz en la cibdat de Jerusalem por salvar el linage de los omnes»; en consecuencia, a los «muy grandes fechos [que se mostraron] en la Su Pasión» está consagrado, por entero, el capítulo 161 de la crónica, y a él dedicaremos nosotros los rinconetes que vienen. [...]