Las crisis económicas son una constante del sistema capitalista, pero éste ha subsistido a ellas a través de una serie de estrategias. Entre las más socorridas se encuentran el traslado de la inversión y la explotación a otros lugares, tanto en la tradicional esfera privada, como en la esfera pública, principalmente en áreas antes atendidas y controladas por el Estado.
Estas estrategias neoliberales trajeron la apertura a las inversiones extranjeras –casi sin restricciones–, la privatización de empresas públicas, la reducción del aparato estatal y las inversiones en sectores que eran controlados por el Estado, por ejemplo en las minas, las telecomunicaciones y los servicios de educación. Y en el ámbito educativo hubo un cambio radical en la concepción y generación del conocimiento, al asociarlo a los requerimientos del mercado. En el caso de las universidades, se exige que sus saberes se utilicen para la obtención de ganancias, que se vinculen al sector productivo y que sus programas de estudio e investigación respondan a las necesidades del mismo.
Así, las universidades del siglo XXI se han transformado en fábricas del saber-hacer y han adquirido un papel meramente instrumental, minando las bases del pensamiento crítico, del conocimiento como bien común, la libertad de cátedra y el carácter creativo e independiente, propios de la formación universitaria, para dar paso a la apropiación capitalista de todas las formas de conocimiento.
Éste es un panorama desalentador porque, frente a las problemáticas sociales, las universidades no son, o no pueden ser, o por lo menos no parecen alternativas de solución que nos redirijan hacia mejores realidades. Sin embargo, esto no es definitivo. Es cierto, aunque el capitalismo ha impregnado las estructuras sociales rehaciéndolas, esta transformación es proceso dinámico que puede redirigirse hacia rumbos menos rapaces.
Quienes trabajamos en las universidades podemos involucrarnos activa y decididamente, y buscar la generación de espacios y oportunidades de mayor incidencia. Es posible.
REBECA MORENO ZÚÑIGA
sociedad.sustentable.iinso@gmail.com