Muchos de ustedes, incluidos los no aficionados al fútbol, habrán oído hablar mucho y en términos polémicos del VAR, siglas en inglés que designan un sistema de vídeo para ayudar al arbitraje futbolístico. La introducción del VAR en la presente temporada supuso un cambio muy relevante en el sistema de aplicación de las reglas de juego. Por primera vez, el arbitraje futbolístico deja de estar exclusivamente en manos de personas, y se encomienda a un nuevo sistema, que podría denominarse mixto, porque está integrado por personas y máquinas.
El VAR consiste en un equipo audiovisual electrónico de grabación, reproducción y emisión de imágenes, cuya finalidad esencial es permitir la visión diferida y pausada de las imágenes de los partidos para ayudar a evitar que se produzcan errores arbitrales.
Al tratarse de un medio tecnológico, el VAR, cuando funciona correctamente, reproduce exactamente lo que sucede en el campo: graba y emite las vicisitudes del partido de fútbol. Y, por eso, el VAR no puede equivocarse, como tampoco se equivoca el piano bien afinado que toca un concertista. Podrá haber en el campo de fútbol más o menos cámaras para captar las imágenes y, en consecuencia, una mayor o menor posibilidad de reflejar la completa realidad de lo sucedido. Pero el sistema VAR que se utiliza en cada partido de nuestra Primera División de fútbol reproduce las imágenes que capta y, salvo una manipulación intencionada -cosa completamente descartable-, no puede cambiar las imágenes que va emitiendo en vivo por otras que no pertenezcan al partido que se está jugando.
De lo que antecede se desprende que no se expresó con corrección el presidente del Comité Técnico de Árbitros de la Real Federación Española de Fútbol cuando en una reciente rueda de prensa dijo que «el VAR no es perfecto» o que estaba satisfecho «con el nivel de acierto» del VAR. A mi juicio, el VAR, en tanto que sistema tecnológico para la finalidad a la que se destina, que es ayudar a evitar errores arbitrales, no puede equivocarse, es perfecto en la función de ayuda que desarrolla, y su nivel de acierto es total. En cambio, lo que sigue siendo imperfecto, lo que puede fallar o, por mejor decir, seguir fallando (aunque menos que antes porque ahora es ayudado) es el otro elemento del sistema mixto que se ha instaurado en el arbitraje de nuestra Primera División de fútbol: los árbitros.
Cuando se habla, pues, del VAR no debe olvidarse que es la parte tecnológica del nuevo sistema mixto de arbitrar los partidos de fútbol y que la posibilidad de error la siguen acaparando en exclusiva las personas que asumen la dificilísima tarea de arbitrar: los ojos que miran y deciden.
En el nuevo sistema mixto de arbitraje, además del VAR, se refuerza el elemento personal, desdoblándose la función arbitral. Así, al equipo arbitral que salta al terreno de juego y que conserva sus funciones exclusivas de cuidar de la aplicación del Reglamento, sancionar las infracciones y validar los resultados, se añade ahora un nuevo elemento personal, los árbitros encargados del VAR, que tiene la misión de que el VAR cumpla de la mejor manera posible la función que tiene asignada, a saber: ayudar a corregir los errores del equipo arbitral que interviene en el campo de juego.
Así las cosas, es claro que cuando el mencionado presidente de los árbitros dice que «el VAR no es perfecto» o que está satisfecho «con el nivel de acierto» del VAR, a lo que se está refiriendo, no es al funcionamiento del VAR como elemento tecnológico -que es impecable-, sino a cómo ha sido el funcionamiento conjunto de los dos elementos personales que intervienen en el arbitraje: el equipo arbitral que actúa en el campo y el que maneja el VAR.
Conviene advertir, sin embargo, que estos dos equipos arbitrales desarrollan sus funciones en condiciones muy diferentes. Los árbitros que intervienen en el campo están sometidos tanto al vértigo de la celeridad con la que se desarrolla el juego como a la reducida y parcial visión de las jugadas inherente a la visión humana. Y todo ello para decidir, instantáneamente y con una sola visión, la jugada conflictiva.
En cambio, el equipo del VAR actúa en una sala, sin la presión del campo de juego, con la posibilidad de repetir la visión de la jugada problemática, incluso a cámara lenta, desde distintos ángulos, y pudiendo retardar durante bastantes segundos su opinión sobre la incidencia discutible habida en el terreno de juego.
El sistema es mejorable, pero no en el VAR como equipo tecnológico, sino haciendo que el Comité Técnico de Árbitros logre coordinar los dos nuevos equipos arbitrales, haciendo que el VAR se rija por el principio de igualdad de trato y eliminando la discrecionalidad de los que lo manejan.
José Manuel Otero Lastres es catedrático y escritor