La derecha, la izquierda… ¿Se puede hablar todavía de que la división entre estos dos bandos irreconciliables se deriva de posturas claramente definidas y principios que no se negocian?
El fin del socialismo real llevó al reconocimiento global de la economía de mercado: las bondades del capitalismo no se discuten ya, aunque el gran debate de nuestros días sigue girando en torno al papel del Estado benefactor: ¿Debe desentenderse el “sistema” de los individuos más desprotegidos de la sociedad y abandonarlos a su suerte? O, por el contrario, ¿está obligado no sólo a asistir a los pobres sino a intervenir con determinación en la distribución de la riqueza?
Los liberales no promovemos la instauración del capitalismo salvaje, ni mucho menos: sabemos que la democracia se encarga de mitigar los excesos del mercantilismo al asegurar un auténtico Estado de derecho. Y propugnamos un paradigma de reglas estrictas, controles, contrapesos y compensaciones.
Pero ¿qué tenemos aquí, en este país? ¿Somos declaradamente capitalistas? ¿Hemos instaurado un modelo estatista? Pareciera, por lo pronto, que seguimos sobrellevando las consecuencias del corporativismo que implantó el antiguo régimen priista; estamos pagando igualmente la factura de las políticas clientelares dispuestas por los Gobiernos intervencionistas que hemos tenido y los costes del paternalismo, tan propio a nuestra cultura pública y, a la vez, tan engañoso en tanto que nunca ha servido para garantizar derechos reales a los ciudadanos sino meras prebendas a cambio de votos en las urnas.
Lo que sí está claro es que las cosas no han funcionado, a pesar de que el país no se encuentra en manera alguna “hecho pedazos”. Precisamente por eso fue que millones de mexicanos votaron por el “cambio”. Y, bueno, ahora nos gobierna la izquierda. Extrañamente, la primera señal que tuvimos de que las cosas ya no iban a seguir igual fue la cancelación de un gran proyecto de infraestructura, una decisión económicamente costosísima para la nación que, encima, va a privar al nuevo Gobierno de los recursos que necesita para implementar sus proyectos asistenciales. La gran pregunta: ¿ser de “izquierda”, en México, nubla el entendimiento para los números?
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