Después del súper puente que ha llenado las ciudades, las playas y los centros rurales en un año en el que los alcaldes han tirado la casa por la ventana a la hora de las decoraciones navideñas, las elecciones municipales están a la vuelta de la esquina y este derroche los votantes y sus hijos lo disfrutan directamente, por lo tanto, lo asumen como un gasto más de la Navidad familiar. Madrid ha tenido el partido que abre unos tiempos nuevos al fútbol. Cuando la violencia no deja celebrar un partido en un país, se cambia de continente y de país. Parece que afortunadamente todo salió razonablemente. No hay incidentes graves que reseñar, incluso el partido se pudo jugar, siendo el River Plate el campeón. Con la alegría de unos y la tristeza de otros, los argentinos volvieron a su Buenos Aires querido, endeudados muchos de ellos. La economía de Argentina no está para alegrías. Cada euro y cada dólar que han tenido que comprar les ha costado una fortuna. Pero los habitantes de esa nación llevan en el ADN «todo por el fútbol». Mirando estos días, podríamos decir que España puede con todo, que buena parte de sus habitantes están por disfrutar y dejar los problemas en un segundo plano, pero Cataluña, o al menos la parte independentista, nos hiela el corazón. Además, todos los follones montados culminan con un ayuno –y doy por seguro que abstinencia– de Torra y algunos de sus palmeros en el mismísimo Montserrat. Pero lo que asusta y mucho es que el president afirme desde una tribuna que, sin miedos, la salida para la independencia es la vía eslovena, que es como decir más madera, a la guerra. Seguro que en sus cálculos asumen que unos cientos de muertos bien valen una república. Mientras tanto, nuestro pacífico presidente Sánchez sigue apostando por el diálogo y solicitando una entrevista con Torra en su campo, el día 27, con aroma del Día de los Inocentes. Debe estar convencido de que el espíritu navideño hará el milagro.