La Obra Social de las antiguas cajas de ahorro, que desaparecieron con la crisis, siguen en pie y a pleno rendimiento.Se han reinventado y transformado en fundaciones que han sabido aprovechar su herencia para sacarle partido y han innovado encontrando nuevas formas de financiación. Ahora cuentan con fondos propios para seguir adelante. Eso sí, ya nada es gratis. La Obra Social ha dado un giro completo: se financia con sus propias actividades, es decir, hoy día estas fundaciones cobran por la mayor parte de sus iniciativas.
«Tenemos que conseguir ingresos de nuestras actividades. Ese es el gran cambio», afirma Rafael Barbero, director general de la Fundación Caja de Burgos y presidente del Comité Ejecutivo de Obra Social y Fundaciones de CECA. «En 2013 —continua— de cada cien euros gastados solo recuperábamos 12. Hoy recuperamos 43. Las Obra Social gratuita se ha acabado. Eso sí, siempre tenemos para todos: para el que puede pagar 25 euros para ver a Barbara Hendricks, y para el que no puede hacerlo».
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23 de noviembre de 2018Así, la Obra Social se han convertido en el primer agente social privado de España dedicado al desarrollo social, cultural y económico. Ahí están los datos de la memoria de 2017 de la CECA. En ese año, las entidades que realizaron Obra Social (la CECA aglutina a cerca de 30) han gastado poco más de 800 millones de euros, un 9% más que en 2016, en 115.210 actividades que llegaron a más de 34,90 millones de beneficiarios. Aún así, hay que recordar que, antes de la crisis, la Obra Social en su conjunto invertía 2.000 millones en sus proyectos.
Estas entidades también aumentaron los ingresos que obtuvieron en 2017 por sus propias actividades, supusieron el 43% de los recursos frente al 40% del año anterior. «Nosotros cobramos por casi todo, pero no cubrimos el coste de casi ninguna actividad que hacemos. Si lo hiciéramos seríamos del sector privado porque ya seríamos rentables y nuestras actividades no lo son.Por ejemplo, en una residencia de personas mayores cobramos, pero no cubrimos el coste de la plaza, mucho más alto de lo que esa persona paga», explica Barbero.
La Fundación Caja de Burgos puede ser buen exponente de cómo se gestionan estas organizaciones. Cuenta con un patrimonio de unos 220 millones de euros, al que tratan de sacar provecho. «Nos estamos fijando en el modelo anglosajón para la gestión del patrimonio. Las fundaciones anglosajonas tienden a buscar aportaciones de terceros que no se gastan, las dejan ahí, y se gastan el rendimiento que consiguen de esas aportaciones. Nosotros tenemos un patrimonio de 220 millones que no se toca y es el rendimiento que genera lo que nos permite hacer cada año actividad social», cuenta Barbero.
Esta fundación dispone de un presupuesto de gasto social anual de 14 millones. Obtiene los ingresos a través de varios activos: de los dividendos (5 millones) que reporta las acciones que posee de Caixabank (obtenidas a través del proceso de reestructuración de las cajas de ahorro); un fondo dotacional (3 millones, heredados de la extinta Caja de Burgos) que invierte en mercados con poco riesgo y dan un retorno, y los ingresos (6 millones) que reportan sus actividades (cerca de 7.000 que llegan a medio millón de personas al año).
La organización se centra en seis líneas de actuación. El apoyo a entidades sociales que trabajan con personas con discapacidad, en riesgo de exclusión... «El tejido asociativo necesita recursos y apoyos para mejorar su gestión», comenta Barbero. También cuentan con proyectos educativos (dos centros concertados, una escuela infantil, programas de valores y habilidades); en cultura, que quieren llevar a todos los estractos sociales a través de sus centros de exposiciones y museos; tienen un programa de apoyo al emprendimiento y el creación de nuevas empresas; así como para la conservación del medio ambiente y otros para el fomento de hábitos saludables.