Circula por los centros de salud una leyenda de carácter étnico que asegura que los chinos nunca van al médico, y que cuando caen enfermos se administran sus propios tratamientos. Algo parecido debieron de pensar los apologistas de aquella raza superior que, descubierta por el nacionalismo en su propio ADN, dio carrete mitológico a Quim Torra. A los verdaderos catalanes -concluyeron- no les hace falta ir al médico, que es más bien cosa de españoles y de gente floja. Nosaltres les fabricamos los genéricos en nuestros laboratorios y luego se los vendemos. El supremacismo obliga a tirar por elevación y a pasar por alto cualquier necesidad básica. El alimento es la idea. La cura está en la república. A las malas, los catalanes de Torra solo necesitaban tiritas de marca blanca para las heridas de las fuerzas represoras.
En la Cataluña del separatismo, los médicos comenzaron ayer una huelga cuyas consignas reflejan la distancia que separa el mito de la cotidianeidad. «Argimon, baixa al nostre món» y «Més recursos, menys discursos» ponen negro sobre blanco, pintado con espray en las pancartas, las demandas de un sector que, quizá por sus estudios superiores, comienza a recuperar el sentido de la orientación.
La salida improvisada por Artur Mas para redirigir la indignación social que generó la crisis económica de hace una década -España nos roba- permitió al nacionalismo quitarse de encima la ola de protestas que los ajustes presupuestarios agitaron en todas las democracias occidentales, hasta salpicar y ahogar a sus dirigentes, inmolados con la tijera y la palma del martirio en las manos, uno tras otro. Mas, Puigdemont y Torra se salvaron de aquella quema de restos al esquivar el tiro y señalar a Madrid. Tres palabras fueron suficientes -España nos roba- para zafarse de una protesta que, según la receta clásica del republicanismo bananero, no iba con ellos. La cobardía no comenzó con la fuga de Puigdemont.
La reorientación de la protesta hacia la Generalitat, valga la redundancia, no deja de ser una señal de salud democrática y de sentido común. Alguien se ha dado cuenta de que los catalanes también van al médico, y de que el invento aquel de las autonomías no solo servía para repartir dinero, sino responsabilidades.