La responsabilidad de dar buen ejemplo llega a su punto más alto. Santos apareció sorpresivamente como campeón en mayo pasado y ha sabido sostener con dignidad y apuros, la grandeza de haber sido el gran ganador. Este fin de semana termina el torneo, y el todavía campeón aumenta su responsabilidad. Defendió con valor su trofeo pero ahora le llegará otro tipo de pruebas porque si durante el certamen todos le querían ganar, en la liguilla pretenderán vencerlo con más pasión, entrega y hasta rencor.
Será importante saber en qué lugar de la tabla general terminará el todavía campeón. Y no por concluir jugando en casa el partido de vuelta, ya que eso no es ventaja, sino porque la exigencia solicita a los de menor empaque, que sepan superar a su oponente en goles de visita o en la posición. Todavía es el campeón pero mucho peligro corre por el tipo de “envidias” que el futbol mexicano otorga y provoca.
Nadie ha olvidado que Santos es el campeón y si se lo encuentran en el sinuoso camino de la liguilla, harán el mayor esfuerzo por despedirlo. Lo que antes fue gozo y dicha con el campeonato en las manos, se trasforma en generosa exigencia porque al de arriba todos pretenden derrocar. Repetir una buena actuación en liguilla después de haber sido campeón, no cualquiera la platica. No se trata de emular historias benditas de otros ni tampoco es tema para idealizar lo que se acaba de dar para repetirlo.
Ante este grado de conciencia, es sano recordarle al país que el campeón los espera en la liguilla. Pero como no se puede aseverar si esa próxima contienda será con fortaleza o debilidad porque si el todavía campeón llega a ser el número 7, su presencia pierde vigor a todas luces. Volver a ser campeón es complicado.