Andy Palmer, nacido, como William Shakespeare, en Stratford-upon-Avon, es tan británico como el del fabricante del que es CEO y presidente. Una seña de identidad en la que hace especial énfasis. «Mientras otros toman sus decisiones en Tokio, o en Stuttgart, nosotros somos la única marca totalmente británica», asegura durante su visita en Madrid para la inauguración del nuevo concesionario de la marca en Madrid, el tercero en España tras el de Barcelona y el de Valencia.
El pasado octubre Palmer cumplió cuatro años al frente de Aston Martin. Allí llegó con un plan, cimentado en dos pilares: actualizar la anquilosada oferta de modelos de la marca de Gaydon y sanear sus renqueantes finanzas. En una frase: «make money, make cash».
Cuarenta y nueve meses después, Aston Martin acaba de presentar unos resultados trimestrales en verde brillante, con un incremento de los ingresos del 81%, hasta 282 millones de libras, y un EBIT de 54 millones, un 93% mayor. También ha rematado su salida a Bolsa, aunque en un parqué en declive como el británico, lastrado por el Brexit, el resultado no es tan positivo: «Es un entorno muy complejo y vamos en línea con el mercado», asegura Palmer, satisfecho aún así de que la operación supusiera valorar al fabricante en unos cinco mil millones de dólares.
Con financiación, la marca ha comenzado a lanzar su nueva generación de modelos, siguiendo siempre la hoja de ruta «Second Century Plan» que Palmer estableció en 2016. El DB11, el Vantage y el DBS han sido los primeros resultados de un plan que contempla el lanzamiento de siete novedades en un plazo de siete años. «Coches competitivos, mejores que los de la competencia. Somos ganadores», resume Palmer.
Palmer llegó al centenario fabricante británico procedente de Nissan. En la firma japonesa fue mano derecha del malogrado Carlos Ghosn, un tema que prefiere esquivar con elegancia. Donde sí se moja un poco más es en el Brexit, el cual cree que «no supone un riesgo económico» para la marca.
En parte, debido a que Reino Unido ya no es su principal mercado, al haber sido sobrepasado este año por Estados Unidos, con Europa y China en tercera y cuarta posición. También porque una libra débil puede favorecer a un fabricante cuya única factoría está en suelo británico. «Ahora bien -matiza-. Importamos el 60% de las piezas de la Unión Europea. Un Brexit duro o sin acuerdo tendría impacto. Podríamos hacerle frente transportando las piezas por avión, pero no es algo que deseemos tener que hacer», afirma.
Palmer también adelanta que su primer SUV, el DBX, que llegará en 2019, permitirá a Aston Martin erigirse en un vendedor global y llegar a un público más amplio y más femenino. Mientras tanto desarrolla sus primeros modelos eléctricos a través de la resucitada marca Lagonda, aunque también habrá Aston Martin eléctricos. El primero, el RapidE, llegará también el año que viene, con una producción limitada de 155 unidades que ya están vendidas.
El DBX y los futuros desarrollos de Aston Martin se fabricarán en la nueva factoría de St Athan, en Gales, que permitirá duplicar la producción anual de unos 7.000 vehículos hasta 14.000. La cifra prácticamente coincide con las ventas anuales, ya que toda la producción está vendida. «Aunque pudiéramos vender más coches, no podríamos producirlos. Esto también es lo que significa el lujo», asegura.