Hace tiempo que el sexo dejó de ser un tema tabú. Lejos quedan aquellos tiempos en que el veto social o la autocensura cercenaban su alcance no más allá de las puertas de los hogares. Por contra, hoy es tal su grado de imbricación con el mundo que los asuntos eróticos inundan ya cada aspecto de nuestras vidas. Jamás gozaron de semejante libertad y visibilidad. Incluso hay quienes afirman que se ha impuesto una idiosincrasia hipersexualizada.
Arte y cultura jugaron un papel esencial en la primera etapa de esa revolución, si bien en los años cercanos los grandes motores de la liberalización carnal han sido las redes sociales. Y es que, más allá de la mutación de las mentalidades, en la era de la información, el acceso a cualquier tipo de contenido de índole sexual es ubico e inmediato. No hay barreras ni límites. Obviamente, ello genera contradicciones y problemas.
El principal, sin duda, la correcta comprensión generacional del mundo del sexo por medio de una adquisición de conocimientos a edades cada vez más tempranas. Según la encuesta de NC Report para LA RAZÓN, los españoles consideran en su mayoría –55%– que Estado y familia han de impartir de forma conjunta la educación sexual. El segmento de entre 18 y 34 años confía para ello más en la familia que los interpelados de mayor edad.
Y los jóvenes creen que sí existe suficiente formación en la materia –un 58%–, frente a los mayores de 55 años, que opinan lo contrario –un 55%–.
Además, seis de cada diez encuestados (sobre todo los jóvenes) estiman que tras el aumento de casos de ETS se halla el desconocimiento. Curioso, en un mundo en el que estando cada vez más rodeados nos sentimos más solos, cuanto mejor acceso hay a un tema, mayor desconocimiento existe sobre el mismo.
