Esta noche debería de haber tertulia, carcajadas y música variada para animar el ambiente en la fritanga de Azucena Largaespada, en Villa Dignidad. No tendría que estar llena de comensales porque no es fecha de pago, pero tampoco debería estar vacía como sucede ahora.
A las 8:30 p.m., la dueña no debería estar lavando con agua caliente los utensilios de cocina de su negocio, a punto de cerrar las puertas. A inicios de año, esta señora de 52 años lo hacía, pero en la madrugada.
Crece el desorden de comerciantes en parque central de León
Su problema es que a unos 800 metros al sur de su local, en un barrio ubicado en la zona noreste de Managua, dos sujetos con los rostros cubiertos y a bordo de una moto, llegaron a un asado y se robaron los ingresos del día. Esto ocurrió el viernes de la semana pasada.
Dos días antes de ese atraco, en la misma zona, una pareja que caminaba en la vía pública también fue víctima de asaltantes.
Por esas razones y ante la falta de clientes, ahora Largaespada cierra temprano las puertas del negocio, aunque esté en una zona de relativa actividad comercial.
Luis Guerrero trabaja en el sector servicio e igual que su colega Largaespada, cierra temprano. Antes sus noches eran agitadas con el ir y venir de clientes de comidería en la colonia Salvadorita, pero ahora en el negocio tienen un ritmo pausado.
“Antes abríamos a las 4:00 p.m. y cerrabas tipo 11:00 p.m., pero con el alboroto, a las 9:00 p.m. ya estamos acostados. Un día agarramos valor y pagamos caro la osadía. Un hombre al que iban siguiendo para agredirlo se nos metió y se armó un alboroto; por eso, decidimos abrir más temprano para evitar el peligro”, explicó Guerrero.
Aires navideños aún no soplan en el Oriental
Con cuentas por pagar y una familia por mantener, Guerrero optó por cambiar su rol en el negocio: de cajero pasó a vigilante.
“Lo que hacemos es que tenemos el portón cerrado y cuando viene un cliente, lo abrimos. A la gente, al inicio no les gustaba, pero les explicamos que es por su seguridad y entienden”, relata.
Tanto Guerrero como Largaespada dicen que cerrar temprano está generándoles pérdidas. En el caso de Largaespada pasó de percibir C$15,000 a C$9,000, en ganancias por mes.
“Aunque yo quiera cerrar tarde, no puedo, me da miedo que al salir los clientes los asalten o los maten. A nosotros, solo nos queda esperar a que pase la tormenta”, explicó Largaespada.
En las pulperías de algunos barrios de Managua la situación no dista mucho de lo que ocurre con los establecimientos en zonas céntricas.
Yelba Díaz tiene una pulpería desde hace 20 años en el barrio Villa Venezuela y dice que sus últimas ventas las hace a la 7:00 p.m.
El mercado Oriental, golpeado por la crisis sociopolítica
Con tantos jóvenes que transitan en motos, sin placas y luces frente a su venta, no le nace el valor para tentar a la muerte.
“Hace poco le robaron la moto a una vecina. Llegaron dos hombres con una pistola y se la quitaron. Me da miedo que un día de estos se aparezcan unos ladrones y por el afán de robar rápido se les suelte un tiro y me maten, así que mejor no me arriesgo, pero por seguridad, corté un árbol que daba bastante sombra para que los bandidos no se escondan ahí”, contó Díaz.
Además de percibir menos ingresos, los pequeños comerciantes afectados han incurrido en gastos que no tenían previstos, como comprar lámparas para iluminar el negocio y su periferia y contratar el servicio de vigilantes comunitarios.
Comerciantes de Juigalpa están preocupados por bajas ventas
La percepción de los comerciantes consultados es que en Managua se ha desmejorado la seguridad tanto de día como de noche.
La socióloga y experta en temas de seguridad pública, Elvira Cuadra, opinó que la percepción de seguridad varía y está en dependencia de varios factores, indicando que ahora la institución policial “está más enfocada en las acciones que tienen que ver con contener la protesta social y dedica menos recursos humanos, tiempo y actividad al tema de la delincuencia y la criminalidad común”.