La desmesura sonora volvió a irrumpir una vez más aquí el pasado 19 de julio, cuando Néstor Madruga Sosa denunció los excesos musicales del centro recreativo Pista Tres Palmas, en la localidad espirituana de Yaguajay, como parte del programa recreativo para el verano, organizado por el Gobierno municipal, las instituciones culturales, y Comercio y Gastronomía.
Precisaba el remitente que el desenfreno decibélico, a niveles elevadísimos, se excedía en volumen y en horarios, a veces ininterrumpidamente. Y no solo los decibeles de la música, sino también las letras vulgares y obscenas de las piezas que se difundían.
Néstor relataba que fue a la Dirección municipal de Cultura a plantear su queja, en nombre del vecindario que rodea a Tres Palmas, y le dijeron allí que eso estaba orientado por el Gobierno municipal y la Comisión de Recreación.
Y el pasado 12 de noviembre, ¡tres meses y tres semanas después de lo publicado!, es que llegó a nuestra redacción la copia de una carta de respuesta —fechada el 26 de octubre— que le enviara la Oficina de Atención a la Población de la Asamblea Municipal del Poder Popular en Yaguajay, a su homóloga de la Asamblea Provincial del Poder Popular.
La respuesta, suscrita por Michel Zerquera, vicepresidente de la Asamblea Municipal del Poder Popular, y Victoria Hernández Montanet, jefa de la Oficina de Atención a la Población de la misma, refiere que la comisión constituida al efecto se entrevistó con Néstor. «Y teniendo en cuenta las normas cubanas para el ruido en zonas habitables, añade, detectamos que en ocasiones los niveles sonoros estaban por encima de los 70 decibeles, muy superior a la norma».
Así, afirma que orientaron a la Dirección de Cultura que aclare antes de comenzar las actividades recreativas y culturales que no se deben exceder los decibeles, y que puntualicen el horario de comienzo y fin de las mismas, para que no afecten la tranquilidad de las personas cercanas al área de fiesta popular. Organizar un horario que garantice el disfrute al mismo tiempo que el descanso sano de la población. Y en cuanto al área recreativa, se decidió disminuir la potencia sonora hasta el límite de los 65 decibeles.
Agradezco la respuesta, aunque bastante morosa, y a manera de copia, no dirigida directamente a este diario, donde se reveló públicamente la queja. Hubiera sido más saludable prever, y que las medidas a raíz de la revelación pública de la queja se hubieran tomado mucho antes. Esperemos que, en lo adelante, se cumplan las normas de difusión sonora y los horarios establecidos.
Ah, y ojalá no solo en Yaguajay, sino en todos los festejos populares organizados por las instituciones y gobiernos locales, se sea exigente para preservar la difusión musical de la sordidez y obscenidad de las letras en ciertas piezas musicales. No sé por qué ese servicio gratuito a la grosería…
Eusebio Álvarez Rodríguez (Avenida 5, No. 1608, entre 16 y 18, Jaruco) escribe muy preocupado por lo que está sucediendo en esa localidad mayabequense: ha vuelto en el consumo racionado el extraño fenómeno de los «faltantes», eufemismo con que se denomina extrañas «desapariciones» de alimentos imprescindibles.
Refiere el remitente que en septiembre pasado hubo «faltante» en la dieta de carne de res para embarazadas. Su nuera no la pudo alcanzar, y hasta ahora no la han repuesto en la carnicería El gallo de oro. Y como si fuera poco, la cuota establecida de pollo en los meses de octubre y noviembre tuvo faltante en la carnicería Camagüey.
«Parece que el problema de los faltantes se ha convertido en un virus maligno; pero lo más preocupante y triste es que ahora ataca la dieta de las embarazadas. ¿Qué explicación tendrá Comercio? Espero respuesta para que se solucione definitivamente y no para que se justifique», concluye Eusebio.