Un parque temático, pero con dinosaurios. Hace 25 años, George Lucas hizo realidad el sueño de muchos: devolvió la vida a Velociraptores, Tyrannosaurus Rex y Triceraptores después de millones de años en extinción. Vale que el «milagro» solo ocurrió en la ficción, pero tal fue el fenómeno que se desató en torno a la saga de «Parque Jurásico» que la devoción de los fans continúa a día de hoy y las dos secuelas de las ya míticas películas han batido todos los récords en taquilla. Lo que muchos no saben es que, a veces, la realidad puede llegar a superar a la ficción. Y es gracias a la ciencia. «Creo que en el futuro será posible recuperar los dinosaurios». Así lo afirma una autoridad mundial en la materia: Jack Horner, paleontólogo y asesor técnico de los largometrajes, en una conversación con LA RAZÓN en el pabellón 5.1 de Ifema, donde ya está instalada la exposición «Jurassic World: The Exhibition». La muestra estará abierta al público a partir de mañana.
«El ser humano podría convivir con los dinosaurios. Serían animales domésticos de los que cuidaríamos, como lo hacemos con los perros o los gatos. Aunque lo parezca, no es tan raro. También son animales carnívoros. No hay que olvidar que el perro desciende del lobo», explica Horner, que, además de dar consejo a George Lucas y compañía, también realiza sus propias investigaciones. Ese es, en realidad, el trabajo que le apasiona. Porque, como él mismo admite, en ningún caso cambiaría su trabajo como paleontólogo por el que tiene un director de Hollywood. ¿La razón? «Porque la ciencia es mucho más divertida».
El currículum de Jack Horner deslumbra por méritos propios: tiene el honor de haber descubierto dos especies nuevas de dinosaurio –el maisaura y el orodromeus–, además de haber sido el primero en hallar en los registros fósiles evidencias de que determinadas especies de estos animales prehistóricos realizaban cuidado parental de las crías. También encontró restos del mayor Tyrannosaurus Rex conocido hasta la fecha –y solo se conservan muestras de cinco–. En la actualidad, su trabajo se centra en intentar recuperar muestras de ADN de los animales insignia del periodo Jurásico. Es su obsesión. «Ahora mismo tenemos la capacidad de alterar el aspecto de un pájaro. Podemos cambiar la forma de su cabeza, de sus patas... pero aún no hemos conseguido recrear la cola. Lo haremos, estoy seguro, pero no sé cuándo. La verdad es que esperaba tener esa incógnita ya resuelta, pero supongo que la solución llegará en tres o cinco años», subrayó. No en vano, los pájaros son los únicos descendientes vivos de los dinosaurios. En concreto, algunos parientes del Tyrannousaurus Rex encogieron durante unos 50 millones de años, hasta adquirir la capacidad de volar, de planear o de trepar por los árboles, unas habilidades que les permitieron sobrevivir al cataclismo que acabó con todos los que formaban su especie.
«Hoy por hoy, no podemos hacer lo que sale en la película porque no tenemos material genético de los dinosaurios. Y, aunque lo tuviéramos, tampoco sabríamos qué hacer con él», lamenta. Es más, en el hipotético caso de tenerlo y saber qué hacer con él, «no estamos seguros de que pudieran sobrevivir en un entorno como el nuestro. Tendríamos que cuidar de ellos para que lo hicieran».
Porque, aunque en la gran pantalla los pinten como unas criaturas feroces, en el caso de que se pudieran recuperar, «sería como ir al Serengueti a ver animales africanos. Estarían comiendo y echándose la siesta, no intentando meterse en nuestros coches». Horner no tiene ninguna duda: «Los seres humanos somos mucho más peligrosos para el planeta que los dinosaurios».
«Jugar» con el ADN
Lo ciertos es que saber que los científicos «juegan» con el ADN en el laboratorio despierta recelos entre el gran público. «Ahora mismo manipulamos material genético en las fases más tempranas del embrión. No lo llevamos a término, actuamos en estadios muy iniciales. Intercambiamos un gen y luego vemos lo que va a suceder». Es por eso por lo que este paleontólogo, uno de los más prestigiosos del mundo, opina que, a día de hoy, no es necesario endurecer la legislación internacional a este respecto. «No criamos nada y no lo vamos a hacer por el momento. No estamos haciendo monstruos, solo trabajamos con modificaciones genéticas similares a las que se hacen cuando se crían animales», apunta, pero no cierra la puerta a que esto pueda cambiar en un futuro no muy lejano: «Si los criásemos sí que sería necesario diseñar una nueva normativa».
Aunque admite que las películas de «Parque Jurásico» son cien por cien ciencia ficción, Horner reconoce que en el fondo suponen una manera inteligente de despertar el interés de los niños por la ciencia. Porque ninguna de las películas de la saga serviría como libro de texto para estudiar cómo eran los animales prehistóricos que más admiración despiertan. «La saga no es un ejemplo de buen equilibrio entre entretenimiento y ciencia», lamenta, pero también reconoce que está orgulloso del trabajo que ha hecho: «Es una oportunidad para introducirlas en las aulas y enseñar a los estudiantes qué es lo que se refleja de forma verídica y qué es lo que está mal».
«He tenido muchos encontronazos con los directores. Es más, diría que de cada 20 discusiones yo solo ganaba en una de ellas», bromea. En especial, recuerda uno de esos pequeños triunfos: «La escena en la que un dinosaurio entra en la cocina. Querían ponerle la lengua bífida y yo les dije que les iban a llover las cartas de los niños diciendo que eso estaba mal». Con las plumas no lo consiguió, algo que los seguidores más puristas aún critican a George Lucas. «Pero en los largometrajes se sensacionaliza a los animales».