El principio de acuerdo alcanzado para la salida británica de la UE pone de manifiesto que los negociadores comunitarios tienen todos los ases en su mano. También revela más que nunca que el principal escollo para un Brexit capaz de minimizar los daños al Reino Unido es la división en las filas conservadoras. De aquí a diciembre arreciará la tormenta política y es muy posible que la Cámara de los Comunes rechace el pacto que el martes criticaron hasta diez de sus ministros, varios de los cuales dimitieron ayer. En el caótico universo tory, tanto diputados euroescépticos como pro-europeos están dispuestos a votar en contra de su gobierno, a los que se sumarían los conservadores escoceses y los unionistas de Irlanda del Norte.
Jeremy Corbyn empieza a aterrizar desde una galaxia lejana en el debate y se opone frontalmente a prestar votos a un gobierno en apuros. Solo aspira a derribarlo y desprecia este Brexit semi-blando, inspirado en la relación de Turquia con la UE. No le parece suficiente la permanencia británica en la unión aduanera. Esta sujeción garantiza provisionalmente la libre circulación de mercancías y evita por ahora una frontera económica en el Mar de Irlanda o dentro de esta isla. Pero la fórmula tiene inconvenientes serios. No abarca la libre circulación de servicios, el 80% de la economía británica. Es además casi imposible salir de la unión aduanera al cabo del corto periodo transitorio previsto, 21 meses, un tiempo insuficiente para negociar y aprobar un acuerdo comercial permanente.
El Reino Unido tiene que cumplir mientras tanto con cien páginas de exigencias regulatorias europeas. En ellas, se le exige mantener los estándares actuales en fiscalidad, medio ambiente, ayudas de estado, y política social, cumpliendo con la normativa comunitaria presente y también la futura, en cuya elaboración ya no participarán los británicos. Theresa May, al anunciar el acuerdo de su maltrecho gabinete, por primera vez ha dejado entrever que la opción de la permanencia es posible, si la Cámara de los Comunes rechaza lo negociado. Requeriría un segundo referéndum y desde luego sería mejor que un Brexit sin anestesia.